Mis empleadas domésticas

Mis empleadas domésticas

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El 22 de julio se conmemoró el día del trabajo doméstico, tema transversal y contundente en mi vida pues soy hija del cuidado, las mujeres de mi familia nos hemos sostenido gracias a dicha labor.

Esta fecha me hizo pasar por la memoria todas las veces que mi mamá llegó llorando porque su jefa la trató mal, ya qué no le gustaba el tinto que ella preparaba, haciéndola dudar de todo lo buena que es.

Me hizo recordar a Gloria, mi suegra, que enferma tuvo que salir a limpiar una oficina en pandemia, porque sus jefes no le dieron permiso, consideraron que no era necesario. O Ana, la tía de Gloria que siendo joven se aventuró con sus 5 hermanas a llegar a Medellín migrando del Chocó, encontrando la opción de trabajar en casas de ricos. Carmen, que a los 12 años, la internaron como empleada, diciéndole que le «daban todo», comida, casa y a veces estudio, pero no pago.

También está Martha o Angela, mis tías, luego de que sus esposos las dejaran tiradas en otro país, fue el trabajo doméstico lo que les permitió hacerse una vida como migrantes irregulares, teniendo que irse con mis primas pequeñas porque no había quién asumiera el cuidado de ellas. El cuidado hizo que mi tía Martha pudiera acceder a la pensión, aunque el Covid no dejó que la disfrutara, hoy, luego de su muerte, es mi tía Liliana quién asumió la labor de cuidado en su reemplazo.

Y Sandra, que cuándo la conocí en Necoclí me comentó que le pagan 10.000 pesos al día por hacer aseo en una casa y en ocasiones la comida.

Todas ellas nos cuentan con asombro y a veces alegría cuándo las invitaban a comer en las mismas mesas con sus «patronas», como sí esto fuera un honor.

Ellas nos enseñaron que hay personas que te mirarán por encima, que te van a rechazar sólo por tu condición, que existen personas que no son capaces de lavar su baño, pero pagarán miserias por ello, personas que creen que te hacen un favor y que tu le ayudas, cuándo lo que haces es un trabajo; nos enseñaron que la dignidad es la mejor mirada que tenemos, que nos debemos de vestir de ellas todos los días. También nos enseñaron el rebusque, el placer del intento y la constancia diaria, porque nada es regalado; pero especialmente, nos enseñaron a cuidarnos, a lavar nuestras ropas, casas y miserias.

El trabajo de cuidado es un trabajo para soportar la vida de todos los hombres en el capitalismo y soporta el mandato histórico de las mujeres al cuidado, pero ¿quienes pueden pagar por esto? aquellos hombres que acceden a la vida económica y las mujeres que rompieron el techo de cristal pero no con el mandato de cuidado, por eso pagan para que otra mujer comunmente más empobrecida, migrante y racializada asuma la labor de cuidado que ellas deberían asumir como ley patriarcal.

En Antioquia, existen 70 mil mujeres asumiendo el trabajo doméstico remunerado pero sólo 27 mil tienen acceso a seguridad social. Por otro lado, sí el trabajo doméstico no remunerado fuera reconocido le aportaría al PIB el 27%, más que otras industrias. «Para 2021, el valor económico del Trabajo de Cuidado no Remunerado #TDCNR (230.338 mil millones de pesos) fue superior al de las actividades económicas más relevantes como #Comercio, que aportó 209.098 mil millones de pesos al #PIB» (Datos DANE)*

Dicha discusión, se llama Economía de Cuidado, es decir, reconocer que el cuidado son todas las actividades que hacemos para el sostenimiento de la vida, pero que no tienen un lugar de reconocimiento y redistribución en el sistema capitalista y patriarcal, pues este nos dijo que las acciones productivas son las que generan valor y las reproductivas se hacen por amor. El capitalismo nos vendió que el mundo se soporta solo, desconociendo las redes de relaciones que soportan la vida de manera cotidiana.

Vivo para transformar esto, comprendiendo que va a cambiar el día que todas las personas se hagan responsables de su cuidado, que los hombres se hagan responsables de su existencia, que el Estado y las Empresas reconozcan la economía del cuidado y que las mujeres gritemos que tenemos el derecho a descansar.

Feliz día para mis trabajadoras domésticas.

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