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A América Latina le encanta aplicar recetas socialistas, es así; incluso cuando gana la derecha, que es igualmente feliz que la izquierda haciendo al Estado cada vez más grande y responsable de cuanto aspecto de la vida haya por regular. No nos digamos mentiras, nuestras derechas han estado más preocupadas por imponer la camándula que por defender un mercado libre y una economía próspera.
Milei rompió con eso y despertó un león, puso a la derecha argentina a debatir en el eje económico, y dejó a un lado las discusiones morales. Eso no solo fue una hábil jugada política que explica buena parte de su victoria, sino que es un movimiento que tiene repercusiones en la política iberoamericana, que viene siguiendo con interés su rápido crecimiento y que seguramente tendrá réplicas.
A Milei le dicen loco, pero la locura hubiera sido continuar con los mismos que llevaron a Argentina a vivir en hiperinflación y con la tasa de pobreza en constante alza. De hecho, las cosas que Milei propone son bastante obvias, sin embargo, son tildadas de extremas porque en nuestra región el péndulo está totalmente desviado hacia la izquierda.
Que crear un ministerio no soluciona un problema, así lleve el nombre del mismo; que aumentar desmedidamente la burocracia no se traduce en un Estado con más respuestas; que un gobierno no debería gastar mucho más de lo que recauda; que controlar los precios de los productos deriva en escasez; que financiar desmedidamente subsidios con emisión monetaria provoca inflación. Verdades de a puño pero que, por estos lares, no poco califican de fascistas o de extrema derecha.
Argentina era un país ejemplo hace 100 años, un faro de desarrollo de América Latina al que personas de todo el mundo querían emigrar. Sin embargo, le fue cerrando la puerta al libre mercado y optó por un estatismo avasallador ¿El resultado? Ahora son los argentinos los que buscan hacia dónde emigrar. Milei es, contrario a lo que muchos afirman, un respiro para esa sociedad y un paso para recuperar lo que han perdido.
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