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Uno nunca está entre paréntesis. Uno nunca flota en el espacio sin tiempo. La vida no es una sala de espera ni un vacío. Nadie tiene el lujo de estar entre una cosa y otra. Todo lo que sucede, lo hace a cada instante y no entre una partida y una llegada, o tal vez sí, todo empieza al nacer y termina al morir. Deben ser los únicos dos puntos de referencia. Pero el mientras tanto es la ilusión de los que tienen fe y la fatalidad de quienes la han perdido.
Quedarse esperando es por eso una pérdida de tiempo, pero nos la pasamos creyendo que algo va a pasar. Creyendo que hay un destino horrible o un final feliz. En ambos casos es solo nuestra imaginación.
Creemos que a unos kilómetros más allá del camino hay un lugar con una silla reservada que lleva nuestro nombre. Como las de los directores de cine. Y mientras vamos en el bus de camino a ese lugar, no nos damos cuenta de lo que está pasando, no respiramos, no miramos por la ventana, no estamos atentos a quienes se sientan en la silla de al lado, no nos damos cuenta de que de esto se trataba la vida. Que es solo el viaje en carretera hacía un “cualquier lugar”. Nadie sabe a dónde va, pero todos estamos montados en el mismo bus.
Cuando se cree que hay destino, entonces no hay camino.
Yo creo que uno no va a ningún lugar, es probable que sea falta de fe o que la tenga puesta únicamente en lo que logro percibir minuto a minuto. Se que mañana va a amanecer, pero no tengo la certeza de que me toque a mi esa nueva salida del sol. Así que vivo este segundo infinito sin mayores pretensiones.
No siempre es así. Me pasa lo que a todos y en algunas ocasiones creo que este tiempo en el que estoy es solo una parada entre lo que soy y lo que voy a ser. Pero después me hago consciente de que esto que soy hoy es lo único que hay. El resto son expectativas, preocupaciones, deseos y espejismos de lo que imaginamos.
Cuando no logro estar presente me invade una ansiedad molesta. Inventarme escenarios de las infinitas posibilidades me roba paz y sobre todo, mucho tiempo.
Casi todo lo que nos preocupa, no llega a suceder jamás. Lo dijo Churchill bellamente, “Pasé más de la mitad de mi vida preocupándome por cosas que jamás iban a ocurrir”.
Tenemos mentes que ficcionan todo el tiempo y el problema no es que lo hagamos. Ese es un atributo que nos permite crear, avanzar e ilusionarnos. Pero el uso que le damos es pocas veces creativo y constructor de realidades. Usamos la mente para preocuparnos, para inventar miedos y amenazas donde no las hay o para fantasear con vidas que no son las nuestras. En cualquier caso, que estemos preocupados o que estemos creando expectativas, lo que es claro es que nos perdemos este momento. Que es lo único que tenemos.
No hay mientras tantos. La vida es más de ahoras continuos, que de después. Romper con la idea de lo que debía ser para centrarnos en lo que es, es liberador y ganamos perspectiva. Nos devuelve el control sobre nosotros mismos, nos hace artificies de nuestra vida y nos saca del victimismo del pasado o de la expectativa por la suerte del futuro. Nos pone en el único lugar en el que podemos empezar a cambiar nuestra propia vida. AHORA.
En este mundo que se queja constantemente por los lideres que tiene, por los empresarios que hay, por la crisis climática y económica, va siendo hora de empezar a hacernos cargo de esos tales destinos fatales para los que vamos o de esas ilusiones de lo que pretendemos llegar a ser como humanidad.
Los liderazgos proféticos de fatalidades me empiezan a molestar. “si seguimos por este camino…”, “Como van las cosas….”, “Antes no éramos así y ahora…”.
Son molestas sus preocupaciones servidas en la esa pública donde los que comemos nos indigestamos. Yo creo más que en los buenos contadores de historias, en los buenos hacedoras de ellas. Creo en los que diseñan el presente más que en los que se molestan con el pasado o los que fantasean demasiado con el futuro.
Y aunque las historias movilizan como buena herramienta de ficción, no hay mejor cuento que el que se logra percibir, el que es hecho y no narrativa. El que sucede a cada instante, el que no juega en las canchas del mientras tanto sino en las del infinito ahora. Este año electoral de nuestro país, espero ver más storydoers que storytellers. Y sobre todo, espero que todos sepamos lo responsables que somos, en el ahora, del rumbo de nuestros territorios. No estamos en el “mientras llegué alguien mejor”, estamos en el “esto es lo que hay hoy” y para un ser humano, solo eso debe bastar, que siga con tiempo de vida para transformar este preciso momento.
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