Mientras pagues, lo que quieras 

Mientras pagues, lo que quieras 

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El hombre se llama Jared Isaacman. Tiene cuarenta y un años. Es piloto aéreo y astronauta comercial. Pero sobre todo, es multimillonario. Y desde hace unos pocos días es uno de los contados seres humanos que se ha enfundado un traje espacial y ha salido al espacio exterior. No llegan a 300 personas.

Las suyas no fueron palabra para pasar a la historia. Nada de estilo del documentado “un pequeño paso para el hombre” ni del apócrifo “aquí no veo a ningún Dios”. Isaacman dijo: “Cuando volvamos a casa tenemos mucho trabajo que hacer, pero desde aquí parece un mundo perfecto”. El efecto perspectiva, supongo, ese que experimentan los astronautas y los cosmonautas cuando ven la pequeñísima esfera azul en la que vivimos ocho mil millones de personas, ese cambio cognitivo que produce la insignificancia.

Luego lo dudo. Jared Isaacman no debe pensarse como un tipo insignificante. Es director general y fundador de una compañía llamada Shift4, encargada de procesar pagos con tarjetas de crédito que fundó el mismo cuando tenía 16 años. Y debe saber que es su dinero el que lo ha llevado allí, al lugar antes solo reservado para militares y científicos.

Imagino que en la planeación sobre quién abriría la escotilla y saldría primero para aparecer en las enciclopedias como el primer caminante del espacio que no hace parte de ningún programa espacial, Isaacman dijo yo y la gente de SpaceX (la empresa aeroespacial de Elon Musk) respondió algo como “mientras pagues, lo que quieras”. Todo un privilegio. En los reportes de los medios sobre la caminata espacial veo poco sobre la huella de carbono de míster Isaacman.

Hay una historia que cuento de vez en vez, sobre todo en restaurantes, cuando tras ordenar la bebida, el mesero suele preguntar lo mismo. Le pasó a una amiga y yo estaba ahí para ser testigo.

—¿Necesita pitillo? —quiso saber quien nos atendía.

—¿Es de papel? —respondió ella, mientras miraba fijamente a los ojos de la mesera

—No, es de los de plástico —contestó, con un poco de ecológica pena, según me pareció ver en su actitud.

—Entonces sí —dijo mi amiga con firmeza y alivio.

Recordé a Miguel Bosé en su programa de entrevistas (antes de volverse antivacunas y conspiranoico o de revelarse como tal). Se llamaba Séptimo de caballería. Lo vi solo una vez, pero fue la vez en que le agradeció a Fer, el cantante de Maná, por la cantidad de tortugas que habían salvado con la fundación Selva Negra. “Porque a mí me encanta la sopa de tortuga”, afirmó el español

Me burlo aún de mi amiga. “A la mierda las tortugas”. Pero la entendí, esos pitillos que se deshacen en las bebidas son nuestro insignificante aporte para salvar el mundo. Al igual que los cepillos de dientes de bambú o separar los residuos en el hogar para que se junten todas en el camión de la basura. Aunque lo seguiré haciendo.

Es un asunto de esfuerzos inútiles y de culpabilidades mal repartidas, porque ya se sabe: mientras pagues, lo que quieras.

Ya nos lo había contado el diario The Guardian en 2023: los viajes en jet privados de 200 famosos y magnates produjeron unas 415.518 toneladas de CO2. Lo mismo que emiten unos 40.000 británicos en un año normal. Habrá que sumarle pronto las emisiones por ir a ver la Tierra desde su órbita, que importa si por darse el lujo nos joden a la mayoría. Ya comprarán ellos su pase especial al búnker donde sobrevivir al fin del mundo. Mientras pagues, lo que quieras.

Lo contó mejor el filósofo del ciberpunk Douglas Rushkoff: unos milmillonarios lo convocaron a un hotel escondido en la mitad del desierto de Mojave para que les aconsejara sobre dónde deben construir su refugio posapocalíptico para cuando el mundo llegue a su fin.

El ejemplo es extremo, lo sé. Pero la idea se repite de un lado a otro. Tanto para la extravagancia como para el acceso y la acumulación de bienes de primera necesidad. Lo vimos en los meses de encierro por el SARS-COV-2. O lo vemos ahora, con Coca-Cola bebiéndose el agua de una comunidad que la necesita, pero le llega poca. Lo siento, nos dicen, pero pagué por ello.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/

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