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“Esteban debe ser un líder positivo” le decían a mi mamá en el colegio. Las primeras veces no entendía a qué se referían, ¿qué era ser líder y como se hacía?, me preguntaba. Fueron pasando los años, fui haciendo parte de equipos y entendiendo un el significado.
Últimamente, gracias a una pequeña empresa que lidera mi esposa, hemos tenido algunas conversaciones sobre la mejor forma de jalonar al equipo de trabajo. Eso, y mi participación en el programa Liderario que coordina Proantioquia, me han hecho pensar sobre a quiénes consideramos líderes y por qué. No pretendo hablar más allá de mi experiencia y mi mirada subjetiva y limitada.
El liderazgo suele ir asociado a la toma de decisiones y se expresa desde la contundencia del mensaje. Desafortunadamente se cree con mayor facilidad a quien habla más fuerte que a quien tiene las cosas más claras. Durante muchos años he visto líderes que logran imponer sus ideas más por la forma en que las presentan que por el contenido de las mismas. La política es un claro ejemplo de cómo en todo el mundo se suele elegir a la persona más elocuente, más brava, más beligerante y no justamente a la más preparada o la de mejor propuesta.
Somos nosotros, cada uno, quienes decidimos en qué personas reconocemos un liderazgo. En mi caso las razones se han ido depurando y aunque por supuesto reconozco las cualidades de otras personas, elijo a quién acompañar por razones técnicas y humanas que van desde el conocimiento puntual de los temas hasta la nobleza del corazón.
Esa facilidad mayoritaria para seguir al más fuerte me permitió entender mejor algo que me venía dando vueltas en la cabeza. Durante muchos años Messi ha sido criticado por no ser un líder. Es el capitán del Barcelona y de Argentina pero no regaña, no arenga, no grita, no lidera, decían. No importa que llevemos 15 años oyendo a sus compañeros contar una y otra vez que es un líder impresionante, que acompaña, motiva, defiende, discute por sus compañeros, su equipo y su país.
La semana pasada salió un nuevo documental en Netflix llamado “Sean Eternos” sobre el título de Argentina en la copa América después de 28 años y cuatro finales perdidas con Messi. En el trailer se ve un pedazo que se hizo viral, minutos antes de la final, donde Messi hace un discurso de motivación que pone la piel de gallina. Ese minuto, esas palabras, hicieron que de un momento a otro su liderazgo fuera incuestionable. Hasta ahí llegaron las dudas sobre su capitanía. Incluso el mejor del mundo tiene que cumplir con el check list para que su liderazgo sea reconocido. No basta ser el más preparado, el mejor, dar ejemplo, actuar como nos han contado sus colegas, no, la gente quiere verlo u oírlo mandar y punto.
Y así somos, así elegimos, así seguimos personas. Nos gustan generales aunque no vayamos para una batalla, aunque la inmensa mayoría de las veces necesítenos más de la calma, la sensatez y la humildad que de la soberbia y la fuerza. Aunque se gane más con la tranquilidad que con el ruido.
Y entonces recuerdo el cuento del colegio y me pregunto ¿qué es un líder positivo y eso cómo se hace? ¿Qué tipo de mensaje y en qué tono, necesitan Medellín, Colombia y el mundo? ¿qué mensajes y qué visión quisiera promover yo? ¿eso cómo se hace?
Tengo algunas pistas. Necesitamos más líderes como Messi.