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Me inquieta un poco el presente de la ciudad pero, sobre todo, su futuro. Siento que estamos presos del día a día; los empresarios, los políticos, las organizaciones sociales y los ciudadanos de manera individual vivimos en una Medellín que ha dejado de preguntarse hacia dónde va y se ha dedicado a vivir un presente sin rumbo claro, en el que se intenta -porque no se logra del todo- resolver el problema del momento, pero se evade la reflexión sobre el futuro: lo que queremos ser y mostrar al mundo.

Tenemos muchos retos: pobreza, desempleo, violencia, cambio climático, por mencionar algunos, que – aunque sea importante- no vamos a resolver sólo con subsidios, créditos de emprendimiento, capturas o pico y placa, cosas que hay que seguir haciendo pero que, es claro, son paños de agua tibia.

Alguna vez dijimos que Medellín sería la más educada y, aunque no lo logramos, la visión enmarcada desde entonces trazó un camino a recorrer que trajo muchos beneficios para los ciudadanos y un reconocimiento internacional de la ciudad más allá del narcotráfico y la criminalidad. En el mundo se empezó a hablar de Medellín de manera positiva. Años después de lo anterior, y cuando las vigas de ese proyecto empiezan a ceder, surge una pregunta: ¿ahora qué queremos ser?

Hoy es poco claro el ethos colectivo que nos une, que nos define, que enmarca nuestra acción como sociedad. Nuestra vuelta de página al pasar de ser la ciudad más violenta del mundo a que nos reconocieran como “El milagro Medellín” nos dejó satisfechos y dejamos de hacernos preguntas claves para seguir el camino que habíamos diseñado entre todos. 

¿Qué personas queremos ser? ¿Qué vecinos queremos ser? ¿Cómo somos personas clave en el avance de nuestra sociedad? ¿Qué queremos que mejore en la vida de otros ciudadanos? ¿Qué queremos contarles a los visitantes extranjeros, que ahora llegan por miles a la ciudad? De verdad, ¿nos estamos haciendo estas preguntas?

Tenemos una responsabilidad gigante con nosotros mismos: la de soñar nuestro futuro y construirlo desde ya. Hemos demostrado que podemos hacerlo y que, juntos, logramos lo que creíamos imposible. Separemos por un momento nuestros ojos de las pantallas y planteemos preguntas nuevas, incómodas, en las que todos tengamos algo que decir para construir el guión de lo que será esa película en la que cada uno de nosotros es protagonista. 

Tracemos una visión a largo plazo y salgamos de este letargo en el que estamos. La única forma de que Medellín avance es que dibujemos en perspectiva los años por venir para que nos sintamos orgullosos cuando miremos para atrás y sepamos que todo ha valido la pena.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/

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