Maratón

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Se hacía terriblemente tarde y no había salido de la oficina. Tenía que terminar dos entregas para esa misma noche, organizar su apartamento ante posibles visitas del próximo día, pero, sobre todo, debía entrar al baño. En plena reunión se imaginó quitándose el blue jean que ya sentía más ajustado que nunca. Imaginó sus piernas libres antes de llegar a sentarse en el inodoro y dar un suspiro largo. Era su descanso merecido después de ese largo día. Era.

Salió, por fin, después de treinta minutos. Eran las siete y su horario laboral iba hasta las cinco y media. Al salir, sin embargo, necesitaba hablar con una compañera de trabajo. No para conversar, chismosear o rajar de todo y de todo el mundo. Debía hablar para trabajar sobre uno de los documentos que enviaría esa noche. Ella lo orientaría, no podía irse sin hablarle. Su merecida llegada a su apartamento se aplazaría. Su cuerpo podría aguantar un poco más antes de entrar al baño. Yo te ayudo, le respondió ella. Fueron por una cerveza en un bar moderno al frente de la oficina. De esos modernos típicos de hoy en día donde el suelo es de cemento, hay algo de madera y una que otra planta en una matera, también, de cemento. Gris, negro y beige. Como el desierto.

Desierto era su garganta antes de sentir la cerveza. Estaba seco. Le explicó el problema que tenía con ese documento. No tenía mucho tiempo y las cosas a la carrera no suelen salir de la mejor manera. ¿Hace cuánto que no sacaba algo con tiempo? Recordó las maratones. Su papá participaba en todas las carreras que hacían los fines de semana. Él, contrario a su padre, estaba en una maratón todos los días. ¿Para qué seguir corriendo el fin de semana si son los únicos días en los que descansa su corazón? El médico le había dicho que debía correr por lo menos tres veces a la semana. Él mantenía corriendo.


Corrió, en ese momento, al baño. Pidió un segundo, estoy que me orino, le dijo a su compañera. Era fácil decir esa frase tomando cerveza. Abrió la puerta del baño. Se veía limpio. Pensó que el piso de cemento, para un baño, sí funciona. Pensó en desobedecer a su palabra y sentarse a cagar, no a orinar. Una gota amarilla en el borde del inodoro le hizo desistir de su rebeldía. Solo orinó, pronto podría disfrutar del momento en su casa. Su momento.

Regresó con las manos lavadas. Había otra cerveza. Y después otra. Y otra. Y otra. Y, ya no más, era martes. Solucionaron el problema para la entrega. Él tomó nota y ella le preguntó: “¿entonces qué es lo que vas a escribir?”. Él, cual estudiante en examen oral, contestó con puntos y comas. Perfecto, estaba claro. Pero ya claro no estaba el cielo. Era tarde y ambos tenían trabajos pendientes. Ya qué hijueputas, pidamos otra. Cagado el dedo, cagada la mano, dijo ella. Aunque hablar de estar cagado, en ese contexto, no ayudaba. Pensó en los trabajos, en su estómago, en el hecho de que tendría que aplazar, otra vez, la organizada de su apartamento.

Ya qué, dijo al pedir permiso, por segunda vez, para ir al baño. Su merecido premio de final de la jornada también se aplazaría para el día siguiente. No aguantó más. Limpió la gota amarilla que seguía ahí. Se sentó. Suspiró. Se limpió. Regresó y con el pico frío de la botella en sus labios pensó en que todas las maratones tenían puntos de hidratación. Él llevaba dos días corriendo, pero todavía le faltaban tres. Se justificaba el punto de hidratación en ese momento. Siempre lograba enviar los documentos en la noche.

Eran las diez. Se despidieron. Habían alcanzado a chismosear, hablar de música y lugares por conocer. Llegó a su casa. Se sentó. No en el inodoro, como deseaba y había planeado. Se sentó en su escritorio. Se le hizo tarde pero envió los dos documentos. Se lavó los dientes, se quitó el blue jean y, como cuando su papá llegaba a la casa después de una maratón del domingo, se tiró a la cama. Puso la alarma, apagó la luz, se metió debajo de las cobijas y suspiró. Lo había logrado. Con los ojos cerrados, recordó. Lo sintió como un disparo, como una bala, como un grito. Recordó que debía enviar la columna semanal esa noche. ¿Hace cuánto que no sacaba algo con tiempo?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/

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