Me resultaron verdaderamente desconcertantes las declaraciones de Ingrid Betancourt en RCN. ¿Cómo una persona con semejante desconocimiento -o indecisión- pretende ser Presidente de la República? En menos de dos minutos la candidata dijo:

  1. Que no sabía si cuentan como partidos de “maquinarias”: el partido conservador de Barguil (el senador con récord de ausencias injustificadas a sesionas que igual cobra), el centro democrático de Zuluaga, el partido de la U (de Musa Besaile y Ñoño Elías), y los partidos cristianos.
  2. Que descarta alianzas con Sergio Fajardo y Alejandro Gaviria por tener “maquinarias”.
  3. Que si se aliaría con Amaya y con Juan Manuel Galán porque no tienen “maquinarias” (cuando el representante del último en Antioquia es un politiquero que representa lo peor de la política tradicional antioqueña, socio y fiel escudero del alcalde de Medellín).
  4. Que no sabía si Cristo tenía “maquinarias”, pero que como él le decía que no tenía, ella le creía. 

En términos simples, se entiende por “maquinarias” aquellas estructuras con las que los políticos respaldan sus aspiraciones electorales. Dichas estructuras suelen alojarse al interior de los partidos de manera piramidal: los candidatos presidenciales se respaldan en senadores, esos senadores en representantes a la cámara, estos a su vez en diputados, estos en concejales, los concejales en ediles, y los ediles en “líderes”. No es idéntico en todos los casos, pero esa es más o menos la forma en la que agrupan a las personas para que voten por sus candidaturas, apoyándose los unos a los otros. 

En principio este “voto de estructura” no tiene una connotación negativa, sin embargo, el clientelismo y la corrupción lo han viciado hasta el punto de que sus integrantes no se apoyan por afinidades ideológicas, sino por transacciones burocráticas y negocios en los que solo buscan saciar sus intereses personales a través de favores, puestos y contratos. 

Por oposición al “voto de maquinarias” se encuentra el “voto de opinión”, en el que los candidatos apelan al apoyo de ciudadanos que no pertenecen a estructuras partidistas, y que, luego de informarse, encuentran afinidad con sus propuestas y les apoyan sin esperar contraprestación alguna.

En la realidad no hay campañas 100% de opinión, la política se hace con gente, y esa gente organizada en estructuras puede estar por fuera de los partidos, en organizaciones sociales, colectivos, ONGs, etc. No obstante, aun cuando no hay campañas 100% de voto de opinión, si hay campañas que apelan 100% al voto de maquinarias. No creo que alguien vote por Julián Bedoya por su elocuencia, su inteligencia, o su defensa del interés general sobre el interés particular.

Pero más allá de la discusión etérea entre “voto de maquinarias” y “voto de opinión”, quiero ir la vida real, poniendo la lupa sobre las elecciones que se avecinan: Todas las listas de partidos “alternativos”, que en principio le apostarían al voto de opinión, quedaron vacunadas con políticos tradicionales infiltrados y sus maquinarias. Los tradicionales mostraron su habilidad escurriéndose silenciosamente en los partidos alternativos y pusieron sus fichas en las listas tanto a Senado, como a Cámaras. 

En las listas al Senado de la Coalición Centro Esperanza, del Nuevo Liberalismo y del Pacto Histórico se colaron políticos tradicionales (con la diferencia de que en las dos últimas el elector no podrá elegir al candidato de su preferencia, y su voto apoyará tanto a los candidatos buenos, como a los clientelistas). En la del Nuevo Liberalismo hay aliados de Luis Pérez, en la de la Coalición hay personajes siniestros como León Fredy Muñoz o como el representante del sindicato que ha dejado a los niños de Colombia sin clases presenciales, y la del Pacto Histórico está plagada de aliados del alcalde de Medellín y de políticos tradicionales de las regiones. Escribiré una columna para ampliar lo que se ha conocido de esta última.

Sin embargo, el panorama no es tan desalentador. Hay excelentes candidaturas en muchas listas: a la Cámara por Bogotá hay personas preparadas y juiciosas como Catherine Juvinao en la lista de la alianza Verde y Miguel Silva en la del Nuevo Liberalismo. En las listas a Senado hay estadistas que han probado su valor en lo público, su compromiso con Colombia y su capacidad legislativa como Iván Marulanda y Humberto De La Calle, y personas de altísimas calidades como Mabel Lara, Sandra Borda y Jorge Gómez. 

En todas las listas hay gente buena y gente mala. Algunas listas permiten escoger, otras suman el voto a todos. De salir electos los anteriormente mencionados, junto a otros que puedan estar en orillas distintas, pero que comparten el rigor y las condiciones éticas de los anteriores, tendríamos un Congreso que estaría a la altura de los desafíos que afrontará el país en los próximos 4 años. Ojalá lleguen.

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