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Maldición para los crueles

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El horror que sentimos al leer los chats del delincuente es nimio al lado del sufrimiento que experimentan las víctimas. Y lo escribo en presente porque entre las cosas más escabrosas de esta realidad está la cruel certeza de que en este instante una infinidad de niños, niñas, adolescentes y mujeres están siendo abusados, aquí, en esta ciudad.

Extranjeros y locales. Desconocidos y familiares. Abuso por todas partes. Y entre eso, el espectáculo mediático de la administración municipal. Y debo decir que, si hay resultados, el show no es tan deplorable; pero, a veces, nos la ponen muy difícil.

No es raro que en redes sociales más de un genio omnisapiente ose sospechar por la acción u omisión de los padres de familia. Nada qué esperar de esos fortachones de pantalla. Lo que sí es increíble, a estas alturas, es que en la cuenta oficial de la Alcaldía de Medellín se pregunten: “¿Dónde están los papás y los cuidadores?” Pues, será entonces ayudarles con su duda. Pero, por dónde empezar…

Algunas madres de esas niñas son mujeres jóvenes, también víctimas de las macabras redes de traficantes. Otras están trabajando, doblando turnos, buscando en el rebusque con qué alimentar a los miembros de la familia. Muchos de esos papás son desconocidos o, posiblemente, no encontraron en la legalidad las alternativas de una vida digna. Otros tantos de esos cuidadores no están porque la violencia acabó con ellos, porque sus restos están en la escombrera o en Altavista. Mujeres y hombres para los que el Estado es una fantasía, un indeterminado, un ausente, un traidor.

Quienes deberían estar cuidando a estas niñas, probablemente, tampoco son cuidados por el Estado, ni por ninguna institución. Fueron violentados. No tienen dónde trabajar; están endeudados con “prestamistas” gota a gota; no encuentran posibilidades para acceder a educación. Sí, a veces, esos cuidadores también son perversos y razón para que los niños, las niñas y las mujeres huyan del hogar.

Ciertos seres que están llamados al cuidado sobreviven en medio de múltiples violencias. Porque en este valle de lágrimas se habla mucho (y se hace poco) de la violencia de las estructuras criminales, que es aterradora por su mismo refinamiento; pero, dejamos pasar por debajo del puente las muy crueles expresiones de la violencia que tienen que ver con el machismo, el clasismo, el racismo, la exclusión, la discriminación, la misera que abundan en estas montañas.

Está ciudad está envenenada, no solo por la muy mala calidad del aire, sino por la ambición desmedida de plata y poder. Aquí, las niñas y las mujeres, sobre todo las más pobres, no son seres humanos. No son semilla, no son futuro. Es infame creer que las víctimas de estos y otros casos de abuso obren así por convicción o por falta de atención de sus papás.

Hace años, Jorge, un amigo brillante, me dijo que a veces el insulto es insuficiente. Que había que maldecir. Mi crianza religiosa me hizo recular; pero esta realidad es tan cruda que creo que ese será, por lo menos, un paliativo. Prendiéndole una vela a Maria Mercedes Carranza, nos queda por decirles a los crueles:

                  MALDICIÓN

                  Te perseguiré por los siglos de los siglos.

No dejaré piedra sin remover

Ni mis ojos horizontes sin mirar.

Donde quiera que mi voz hable

Llegará sin perdón a tu oído

Y mis pasos estarán siempre

Dentro del laberinto que tracen los tuyos.

Se sucederán millones de amaneceres y de ocasos.

Resucitarán los muertos y volverán a morir

Y allí donde tú estés:

Polvo, luna, nada, te he de encontrar.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/maria-antonia-rincon/

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