En Medellín hay malaria, pero no paludismo, la enfermedad infecciosa y transmitida al ser humano por la picadura de mosquitos, sino por el origen etimológico de la palabra que viene del italiano malaria: mala aria que quiere decir ‘mal aire’, según la RAE.

El Sistema de Alerta Temprana de Medellín y el Valle de Aburrá (SIATA) registró el miércoles 28 de febrero de 2024 que, al anochecer, 2 de las 19 estaciones de monitoreo se encontraban en alerta naranja; el jueves 29 de febrero al amanecer eran 5; en el transcurso del día fueron 8; y ayer viernes 1 de marzo fueron 10 estaciones, lo que evidencia un progresivo aumento en la concentración de partículas de material en el centro y sur de Medellín y el área metropolitana del Valle de Aburrá.

Aunque el indicador crítico es el color rojo, la alerta naranja quiere decir que hay una calidad del aire dañina para la población sensible, como adultos mayores, mujeres embarazadas, niños y adolescentes, personas que practican actividades al aire libre o que sufren enfermedades respiratorias o cardiacas. Las otras estaciones que se encontraban en alerta amarilla indicaban concentraciones moderadas pero no saludables de material particulado.

Medellín y el Área Metropolitana del Valle de Aburrá tienen malaria porque de acuerdo con el Protocolo del Plan Operacional para enfrentar Episodios Críticos de Contaminación Atmosférica (POECA) está en una contingencia atmosférica. Esa es la noticia en diferentes medios de comunicación: “Bogotá y Medellín, con la peor calidad de aire en el país. ¿Qué pueden hacer para frenar la contaminación?” tituló Semana el 26 de febrero, “Declararían estado de prevención por mala calidad de aire en Medellín” en El Espectador el 29 de febrero, “Se deteriora la calidad del aire en Medellín” en Vivir en El Poblado el 29 de febrero, “Diez estaciones de monitoreo de la calidad del aire en Medellín están en alerta naranja” en Mi Oriente el 1 de marzo.

A propósito, ¿alguien recuerda entre 2020 y 2023, durante la alcaldía de Daniel Quintero y la dirección del Área Metropolitana del Valle de Aburrá (AMVA) de Juan David Palacio, cuántas veces fue declarada la emergencia ambiental? Puedo estar equivocado, pero creo que fueron pocas veces.

Pero más allá de la decisión política del alcalde de Medellín o de la directora del AMVA lo que se requiere en este momento es nuevamente la movilización ciudadana en torno a la problemática de la contaminación atmosférica en el Valle de Aburrá.

En los últimos años los procesos de acción individual y colectiva han sido muy importantes en la presión que han ejercido a las administraciones municipales y metropolitanas para que se tomen decisiones en materia de política pública como la formulación del Plan Integral de Gestión de la Calidad del Aire del Valle de Aburrá (PIGECA) que se encuentra vigente en la actualidad para toda la subregión.

Colectivos ambientalistas que han hecho intervenciones críticas en el espacio público, grupos de investigación de universidades que han adelantado pesquisas sobre la contaminación atmosférica, organizaciones no gubernamentales (ONG) ambientales que se han movilizado alrededor del tema en diferentes espacios de participación, tanques de pensamiento que han suministrado datos que evidencian la crisis, pero también personas que a título personal han presentado acciones ante la justicia, o columnistas que han puesto el tema en la agenda, entre otras acciones colectivas e individuales han permitido en la última década enfrentar la problema ambiental y gestionar el riesgo relacionado con la contaminación atmosférica en el Valle de Aburrá.

Afortunada la decisión política de Paula Andrea Palacio, directora del AMVA, de reconocer la problemática, como creo que no lo hizo con criterio ni técnico ni político el director anterior, y de estar dispuesta a tomar medidas comenzando este período. Ojalá las medidas que tenga que tomar no sean tímidas y de verdad nos permitan superar las condiciones de aires malos, de malos aires, de malaria que sufre Medellín y el Valle de Aburrá.

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