Make Antioquia Great Again

Make Antioquia Great Again

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“…Serías más Monroe, más Simonetta,
más parecida al tango que persigo,
menos la Disneylandia de las dietas
y más digna de dignos enemigos,
si te desentendieras de las tetas
y te miraras menos el ombligo”

Carlos Palacio


Estos versos del poeta Pala, que fueron escritos para Medellín, son, creo yo, también escritos para Antioquia. Por estos días, todas las miradas están puestas en este departamento por la propuesta del presidente Álvaro Uribe y el gobernador Andrés Julián Rendón de recaudar el billón de pesos faltante que le corresponde a la nación para acabar las vías nacionales que pasan por Antioquia y que, de forma negligente, se ha negado a aportar. Esta propuesta, que busca apelar a “el civismo de un pueblo libre”, ha trascendido más allá de una colecta para mutar en un despliegue de sentimentalismo y la proliferación de discursos que no son nuevos y que cada tanto aparecen como una amenaza separatista cuando los intereses del departamento no van en la misma vía que los de la nación.

Y es que, seguramente, usted habrá escuchado en algún momento esa idea de la supremacía moral, ética y estética del antioqueño, de la pujanza que ha logrado proezas en este territorio y en el país entero, que esta es cuna de grandes y de que todos nuestros éxitos son propios, de nadie más, y se han logrado a punta de verraquera y tesón. Eso, con sus matices, es cierto. Pero también ese discurso esconde cierto desprecio por otras regiones del país a las que se ha graduado de inferiores y por las que se ha cultivado un desprecio casi intrínseco.

El evidente ensañamiento de Gustavo Petro con Antioquia responde al desdén con una tierra en la que sus ideas no han sido bien vistas. Ese grotesco nivel de ataque está generando tal nivel de animadversión con el gobierno nacional y el presidente por parte de algunos antioqueños que está volviendo a cobrar fuerza esa idea delirante de algunos de separar al departamento de Colombia para fundar un Estado soberano. Parece improbable, jurídicamente hablando, ese escenario de secesión, pero el solo hecho de que el discurso esté presente ya es de por sí peligroso. Cuando sostenía esta discusión con algunos amigos, pudimos concluir que, en esencia, Antioquia ha sido un territorio de pluralismo y libertad, pero, por desgracia, se ha ido perdiendo de a poco esa batalla cultural con facciones de la población que son, en esencia, godas, mojigatas, prepotentes, violentas, xenófobas, racistas, homófobas, clasistas, prohibicionistas, negacionistas, guerreristas, ventajosas y mafiosas.

Antioquia no representa todo lo anteriormente mencionado; por el contrario, es una tierra plural, diversa, cívica, amable y solidaria. Pero si quienes enarbolan las banderas de la separación y buscan “hacer a Antioquia grande de nuevo” son mayoría, yo me resisto a coexistir con esa mirada obtusa de la vida, esa que desconoce la importancia de la integración y la cooperación, esa que niega cualquier tipo de relacionamiento bajo una errada premisa de superioridad y autosuficiencia y esa que no alza la mirada al horizonte aturdida, confundida y encerrada por las montañas. Contrario a ese discurso que algunos predican, los arrieros en algún momento abrieron camino fue para conectarnos al mundo, para llevar la grandeza de este pueblo más allá de estos valles. Pero, si en algún momento esas ideas furibundas y de supremacistas hacen patria, yo seré extranjero.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

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