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Escribía otra más de las columnas que se quedan a media página o en las notas del celular. Las suelo guardar por si algún día me da por retomar o por si me muero mañana y a mis amigos o familia les da por averiguar en qué pensaba. En fin, el punto es que mientras escribía no fui capaz de coordinar ideas. Creo que las columnas deben tener cierto grado de aporte a la comunidad. Si me das tu tiempo, yo espero que al menos sientas que valió la pena leer. Lo que escribía no valía la pena. O tal vez la idea era buena, pero no tenía mucho tiempo para pensar y elaborar. Pura vanidad. Tan bobo siempre pensando en los demás.
Igual es que cuando pasan más de dos horas intentando llenar una página es porque algo está mal. Decidí descansar. Me enfoqué en ignorar toda responsabilidad en un lugar distinto al escritorio donde suelo trabajar. Me acerqué a mis plantas para saludar y verificar que no les faltara agua. Luego, por pura curiosidad, me asomé por el balcón para ver si de pronto ocurría algo excepcional. La calle estaba normal. Pasó un carro y la portería del frente estaba vacía. La montaña seguía allí, pero sí había algo excepcional. Esa luz. Esa plenitud. La luna.
Pensé, como todos, en cuántas caras la habrán visto. ¿Será que de alguna forma nos reconocerá? ¿Se acordará de Shakespeare, Moisés, Túpac Amaru y mi abuela? ¿Cuántas teorías habrá respecto de sus manchas? Prometí que algún día averiguaría. Otro día, pues en ese instante solo la quería observar. Me recordó a la humanidad. Podremos ser diferentes, pero vemos la misma luna. En eso pueden concordar el gobierno y el ELN, Ucrania y Rusia, palestinos e israelíes.
La luna puede ser el origen de la paz, pero a su vez es capaz de hacer levantar las olas del mar. ¿Cómo describir algo que el mismo sol pretende cuidar? Recordé que Saramago decía que “tenemos palabras de más, Quiero decir que tenemos sentimientos de menos, O los tenemos, pero dejamos de usar las palabras que los expresan, Y, en consecuencia, los perdemos”. Pensé que quizás dejamos de usar las palabras adecuadas para expresar lo que sentimos solo con mirar la luna. ¿Cómo es que la misma luz no deje de sorprendernos en todo nuestro paso por acá?
Fue ahí que decidí que debía abandonar la otra columna y guardarla en los archivos que pueden leer si llego a morir. Es que me dio miedo. ¿Será que cuando llegue el día la luna irá con nosotros? ¿Habrá otra luna mejor en el cielo? Qué triste sería no encontrar esa luz en el más allá. Toca aprovechar cada instante para observar. Al final, toda acción humana es banal, sino pregúntenle a la luna si se preocupa por las elecciones, votaciones y exámenes finales. Deberíamos dedicarnos a observar lo que parece ser la mejor pista que tenemos de la existencia de una deidad. Por eso, qué más da, voy a escribir sobre la luna. Perdió el tiempo leyendo hasta acá, mejor levante la cabeza y busque si allá arriba está.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/martin-posada/