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Los Soprano y las masculinidades

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Qué significa ser hombre o ser mujer es una las preguntas fundamentales de la era contemporánea. La tercera ola del feminismo y la teoría queer trabajan alrededor de las representaciones sociales de género, de las dimensiones simbólicas de lo femenino y lo masculino. Ser mujer o hombre es también comportarse de cierta manera, cumplir determinadas normas sociales, asumir ciertos mandatos. Los roles de género que desempeñamos todos los días no son características naturales a las condiciones de hombre o de mujer, son reglas de comportamiento construidas a través de la repetición, y de acuerdo con su funcionalidad para determinado tipo de sociedad. Reivindicaciones políticas de tipo identitario como el feminismo pretenden reconfigurar esos lugares y esas prácticas que se le asignan a los hombres y a las mujeres. Hacer eso es finalmente repensar las categorías de lo masculino y lo femenino, derribar sus significados tradicionales que han devenido en relaciones desiguales de poder.

En esa lucha por el significado — que es el sentido de la gran mayoría de disputas políticas— aparecen conceptos como “nuevas masculinidades”. Lejos de tener un acuerdo frente a qué se refiere exactamente eso, se podría decir que hace referencia a una manera no tradicional de ser hombre, a una forma novedosa de cumplir ese mandato. Si bien el modo como nombramos esa disidencia “nuevas masculinidades” es reciente, la pregunta por el rol que hay que cumplir para ser considerado como tal no lo es. Hay muchos productos culturales que hace rato están pensando en eso. Los Soprano, una de las mejores series de la historia, es uno de ellos.

No se me ocurre un lugar mejor para mirar las prácticas de la masculinidad tradicional que la mafia. Las relaciones de poder del crimen organizado tienen que ver con la capacidad de dominación, con el daño físico que se le puede hacer al otro. Tienen que ver también con la reputación, con el mantenimiento de una apariencia de poder, de implacabilidad y de severidad. En Los Soprano se problematiza todo esto— asociado a la masculinidad tradicional, al hombre poderoso y violento— a través de un conflicto simple y bello: Anthony John Soprano, jefe de la mafia italiana en EE. UU, sufre ataques de pánico.

En la primera temporada vemos a tony tratando desesperadamente de ocultar que va al psiquiatra y que toma Prozac. Para un hombre como él, la vulnerabilidad sería una condena. Nadie respetaría a un jefe que necesita ayuda para afrontar sus problemas. Anthony lo sabe muy bien, pues asume que la debilidad es inaceptable, propia de mujeres y de “maricas” como dice en una de las sesiones con la Dra. Melfi, su psiquiatra.    Más adelante la serie nos presenta otra situación que quiere caricaturizar los simbolismos de lo masculino en la mafia. Corrado Soprano — jefe antes que tony— teme que se sepa que él le hace sexo oral a su novia. El sexo oral en la mafia italiana que se representa en Los Soprano es visto como poco varonil, pese a que todos lo hacen. Este capítulo es extraordinario porque presenta un desajuste entre lo que tradicionalmente se asume como lo masculino y las prácticas de cada uno de ellos, el absurdo entre la condena en público y la práctica en lo privado. Lo pesado del mandato masculino que muchas veces va en contravía de los intereses, gustos y creencias de los hombres como individuos. Los hombres deben privarse de cosas que disfrutan, o deben hacer otras que no quieren porque es lo que le corresponde a su rol.  Los Soprano es una serie maravillosa por muchos motivos, uno de ellos es que plantea una reflexión sobre los roles de género y sobre la “masculinidad tradicional” muchos años antes que fuera un tema popular.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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