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Acto 1- En enero, El ministro de seguridad nacional de Israel, Itamar Ben-Gvir, ordenó a la policía prohibir las banderas palestinas en los lugares públicos. Su orden sigue a una serie de otros pasos punitivos contra los palestinos desde que asumió el cargo.
Acto 2- Un colombiano fue detenido al sacar la bandera palestina durante el partido de Colombia vs. Israel en La Plata, Argentina la semana antepasada. Fue acusado de incitar a la violencia a los hinchas israelíes. Frente a lo sucedido, un profesor y líder de opinión twitteó que sacar una bandera palestina a fanáticos israelíes en un estadio de futbol es una provocación infantil, motivada en odio puro y duro contra los judíos e Israel… es como si alguien le sacara la cara de Pablo Escobar a las víctimas de la violencia que el ejerció en Colombia; después borró el tweet y pidió perdón.
Acto 3- El 18 de mayo, decenas de miles de nacionalistas israelíes marcharon por el barrio musulmán de la Ciudad Vieja amurallada de Jerusalén para celebrar el Día de Jerusalén, cuando Israel captura Jerusalén este en la guerra de 1967[1] y ocupa militarmente esa parte este de la ciudad, habitada por palestinos. La marcha se viralizó con videos de quienes ondeaban la bandera israelí gritando “muerte a los árabes”.
“Israel no es un Estado de todos sus ciudadanos… solo del pueblo judío y de nadie más”: palabras del actual primer ministro de Israel, Benjamín Netanyahu. De los nueve millones de personas que viven en Israel, dos millones son palestinos (22%). El 70% es judío, el 18% musulmán y el 2% cristiano.
Recuerdo estar en Jerusalén, tomando café en el desayuno del hotel. Cogí Haaretz, un periódico de izquierda en Israel. El primer artículo titulaba “Can We Really use the Term ‘Jewish Supremacy’ about Israel?”. Automáticamente abrí las páginas con mis dos brazos y empecé a leer. Me pareció un término chocante. Siempre que había oído sobre supremacía, era por parte de blancos, europeos, colonialistas; nunca por parte de un pueblo históricamente perseguido.
Pasaron meses y aunque me encontraba esporádicamente con el término ‘supremacía judía’, no lo había abordado profundamente. Entonces, empecé a charlar con un amigo palestino-cristiano con pasaporte israelí, que nació y creció en Jerusalén. Hoy, lidera una organización para la reconciliación entre palestinos e israelíes. Mi curiosidad iba hacia quienes critican que al usar el término se patrocinan las conspiraciones antisemitas, y si esto debería frenar a grupos de derechos humanos de usar el término para denunciar abusos de poder por parte de Israel contra los palestinos. También, me preocupaba la hostilidad del término.
En este texto, la supremacía judía se entiende como el grupo de políticas del Estado de Israel que priorizan a la población judía dentro de los beneficios y servicios otorgados. También se incluyen los prejuicios y prácticas culturales que permiten y promueven las desigualdades frente a los palestinos (sean musulmanes o cristianos) dentro del mismo país. Es común que la supremacía judía se base en la creencia de que el pueblo judío es el pueblo elegido por Dios, y que por mandato divino son los únicos dueños de la “Tierra Prometida”.
Primero, me dijo que hay que llamar las cosas por su nombre si queremos resolverlas. Sea supremacía blanca o supremacía judía. Si no lo hacemos, vamos a caminar en círculos, la gente no entenderá. Parte del problema es que nos da pena, preocupación, o no nos importa lo suficiente, como para “ensuciarnos las manos” y decir lo que muchos comparten pero no se atreven a decir.
Segundo, la supremacía judía es algo que el Estado de Israel ha recalcado múltiples veces. No es un término inventado sino la carta fundacional y su fin último: un Estado exclusivamente judío. La insistencia de una democracia en Israel es comúnmente contradecida al evidenciar que sus mismos dirigentes abiertamente discriminan al 20% de su población y a la población de los territorios que ocupan militarmente (y que bajo el Derecho Internacional deben proteger y garantizar seguridad).
En marzo, después del doloroso asesinato de dos hermanos israelíes que vivían en el asentamiento Har Bracha[2] en Cisjordania, un grupo de colonos atacaron varias aldeas palestinas, incendiando decenas de casas y carros. Como respuesta, el actual ministro de Finanzas israelí, Bezalel Smotrich, quien también maneja la administración civil en Cisjordania ocupada, dijo que la aldea palestina de Huwara debería ser “aniquilada”. En octubre del 2021 en plano parlamento israelí, el mismo Smotrich dijo que David Ben-Gurion, el primer primer ministro de Israel, debería haber “terminado el trabajo” y expulsado a todos los árabes del país cuando se fundó. Durante el debate de un proyecto de ley de inmigración propuesto por la oposición, Smotrich gritó sobre la necesidad de mantener a Israel como un estado judío y demócrata. “Sí, judía, con una mayoría judía”, gritó. “Con seguridad para los ciudadanos del Estado de Israel”.
El hecho de que sea un Estado fundado en el principio de un único grupo étnico (judío) resulta problemático en sí,ya que la población incluye a los palestinos que ya vivían en esa tierra cuando se independiza Israel.
Tercero, ¿cómo evitar la narrativa del antisemitismo como respuesta al denunciar las injusticias viven los palestinos? Aquí lo importante es conocer la situación donde Israel está ocupando militarmente a Palestina. El ejército israelí es quien controla quien entra y sale, la movilidad por carreteras diferentes entre israelíes y palestinos, controlan qué alimentos y materiales ingresan a Gaza, requisan a los estudiantes en camino a clase, a ancianos que viajan dentro de su propio país, entre otras prácticas. Ejercer una crítica frente a políticas israelíes de opresión y deshumanización del otro, no debería ser constituido como antisemita. No tiene nada que ver con la religión judía, ni contra los judíos en sí. Tiene que ver con mirar al otro desde la igualdad y la dignidad humana. Así como se exige respeto y libertad para los judíos, también se debe exigir para los palestinos.
Aparte del Holocausto, han sucedido muchísimas tragedias humanas. Los genocidios de Armenia y Ruanda, la violencia colonial europea en el continente africano. La actual masacre que está sucediendo hacia los musulmanes Rohinyá en Myanmar. En el Reino Unido es obligatorio estudiar la historia del Holocausto, pero no se enseña la historia de colonización que ellos lideraron. Esta memoria selectiva del mundo, y la consciencia colectiva que selecciona qué sufrimiento humano vale más la pena se ha vuelto nociva y peligrosa. “No somos libres hasta que todos seamos libres” dijo Fannie Lou Hamer, activista por los derechos de las mujeres y líder del movimiento por los derechos civiles en EEUU.
Un manifiesto de desigualdad
Entre el 45 y el 50% de la población en Jerusalén es palestina. Si bien son familias que han vivido a través de varias generaciones, nacidos y crecidos en esta ciudad, son tratados como inmigrantes en su propia tierra. Pagan impuestos pero no tienen los mismos derechos políticos que el resto de los ciudadanos en Jerusalén. Son una comunidad marginada.
Dentro de la misma ciudad hay dos institucionalidades, dos sistemas de transporte, dos niveles de derechos. El 72% de todas las familias palestinas en Jerusalén vive por debajo del umbral de la pobreza, en comparación con el 26% de las familias judías.
El idioma único y oficial es el hebreo, desconociendo que la población está dividida casi que igualitariamente, y que la mitad de esta habla árabe. Solo el 44% de los residentes de Jerusalén Este están conectados a la red de agua de manera regulada y formal. Los tres hospitales principales de la ciudad están ubicados en el Oeste, ejemplo de la brecha de salud que existe entre ambos lados de la ciudad. Solo funcionan 6 oficinas de asistencia social en Jerusalén Este, en comparación con 19 en la parte occidental de la ciudad. Mientras que hay tres áreas verdes en el Este, en el Oeste hay 17. La brecha en educación también es evidente en la calidad de las instituciones. El 32% de los estudiantes palestinos en Jerusalén no completan los 12 años de escolaridad, en comparación con el 1,5% de los estudiantes judíos en Jerusalén.
Los judíos tampoco son especiales
Para quienes podrían considerar el término Supremacía Judía muy “hostil”, mi amigo dice que así se estaría de facto apoyando las hostilidades que ejerce el Estado de Israel al privilegiar a los judíos sobre los demás ciudadanos en Jerusalén, o las hostilidades de la ocupación militar que reprimen la libertad en Cisjordania, Palestina. ¿Por qué es hostil decir “supremacía judía” pero no es hostil referirnos a los palestinos como “terroristas”? ¿A los árabes y musulmanes como violentos?
Frente al colombiano y la bandera palestina, ¿por qué es asumida como “violenta” los colores de una nación que sobrevive y resiste? No todos los palestinos son terroristas, violentos; ni están rabiosos ni llenos de odio. Ni todos los israelíes rechazan y oprimen a los palestinos.
La democracia es un sistema basado en la igualdad de derechos, donde un país es para todos sus ciudadanos. Si no se va a reconocer el problema: el liderazgo nocivo e irresponsable de los gobernantes, las injusticias diarias ejercidas, Israel no podrá ser reconocida como “la única democracia en Medio Oriente” o mucho menos la “víctima” en este conflicto.
Los palestinos no son especiales. Los judíos no son especiales. Los negros no son especiales. Ningún pueblo es más importante que otro, ni debe tener más derechos que otro. Ni debe dar “más pesar”. Es triste que lo controversial sea decir que todos somos iguales. Es triste que lo polémico sea decir que los palestinos merecen la misma libertad.
[1] En 1947 las Naciones Unidas dividen el territorio para los judíos (que luego sería Israel) y para los Palestinos. Teniendo en cuenta el valor religioso y políticos para ambas naciones, deciden dividirlo y declarar un mandato internacional para la ciudad. Ambos países hoy la reconocen como su capital. En 1948 se funda el Estado de Israel. Después de guerras con países vecinos, y de alcanzar una superioridad militar, en 1967 Israel ocupa militarmente Palestina (Jerusalén Este y Cisjordania) que estaban bajo el mando de Jordania.
[2] Los asentamientos israelíes son construcciones de pequeños barrios donde colonos judíos se mudan dentro de Palestina ocupada. Para poder construir viviendas, tiendas, colegios y demás; el ejército israelí desaloja y desplaza a la población nativa palestina que siempre ha vivido en esa tierra, destruye sus propiedades para luego construir las obras del asentamiento. Hoy existen más de 200 asentamientos israelíes en Palestina. Los asentamientos son ilegales bajo el Derecho Internacional, pero son defendidos y promovidos por el gobierno israelí.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/ana-paulina-maestre/