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Mañana, 13 de noviembre, se cumplen 39 años de la tragedia de Armero, en el Tolima. Tras una erupción del Volcán del Ruiz, una avalancha de lodo bajó a una velocidad de 60 kilómetros por hora por el río Lagunilla. Eran las once de la noche, así que la mayoría de los habitantes de Armero dormían. La cifra de muertes de ese día supera las veinticinco mil. 

En Armero no se difundió un mensaje claro ni coherente acerca del riesgo en el que se encontraba la población. El alcalde en ese entonces, Ramón Rodríguez, había advertido al Gobierno Nacional la amenaza que representaba el Volcán del Ruiz. La Fundación Pares relata que había un informe, escrito por el coronel Joaquín Acosta en 1842, que se había publicado en la Academia de París y predecía el momento en que el volcán volvería a despertar. El Alcalde se fue hasta la Gobernación del Tolima, pero nadie lo escuchó. El representante a la Cámara, Armando Monedero, también advirtió en el Congreso, pero tampoco lo escucharon.

No fue suficiente para el Gobierno el no haber hecho nada para evitar la tragedia. A los pocos días, se nombró un alcalde militar que ordenó enterrar a los muertos en fosas comunes. Nunca se supo realmente cuántas víctimas tuvo la tragedia, ni se pudo hacer el duelo a los familiares como las víctimas hubieran querido.

Las tragedias suelen tener alguna cara. En este caso se hizo presente la de Omayra Sánchez, una niña de trece años cuyas imágenes recorrieron el país y el mundo. Omayra luchó por su vida durante tres días, bajo los escombros del pueblo. Se convirtió en el símbolo, para muchos, de una tragedia que pudo haberse evitado. Pero hay muchos más rostros detrás de la tragedia, y muchos de ellos son niños. O eran, porque si siguen vivos ya son adultos. De ellos se ha hablado poco en la prensa y en los memoriales que se escriben cada año.

Más de 500 niños fueron entregados en adopción de manera irregular después de la tragedia, sin que se supiera el paradero de sus padres; algunos fueron robados por otros adultos. En una nota de Caracol Radio, una de las madres de aquellos niños perdidos afirmó que el Estado nunca diseñó una estrategia que permitiera reunificar a las familias que se dispersaron por la avalancha. El periodista nacido en Armero, Francisco González, dijo a El Espectador que los medios no se han preocupado por la tragedia, ni mucho menos por esos niños que “salieron vivos y que se perdieron o fueron robados por adultos en los días siguientes”. 

Hasta ahora, González ha liderado la fundación que más trabajo ha realizado para encontrar a los niños perdidos: “Armando Armero”, que tiene como objetivo “encontrar a los niños que se perdieron durante la avalancha”. El proceso para muchos de ellos, dados en adopción, si es que hubo, fue desastroso: se los llevaron a sedes del ICBF sin investigar, sin averiguar siquiera si sus padres seguían vivos. A muchos, al parecer, los entregaron con papeles falsos por todo el país, e incluso a ciudadanos extranjeros.

Hoy, Armando Armero ayuda a que los “niños” busquen a sus familiares, y a que los familiares busquen a sus “niños”. Ya han logrado algunos reencuentros, pero son la minoría. Se siguen preguntando, ¿dónde están los niños de Armero?. En su página web y su canal de YouTube se pueden encontrar fotos y videos de quienes buscan armar los rompecabezas, reencontrar a las familias y hacer memoria. También hay información acerca de cómo apoyar a la Fundación.

En Colombia la memoria histórica es un tema recurrente, pero solemos relacionarlo sólo con el conflicto armado. Una tragedia como la de Armero nos recuerda que el Estado, la sociedad civil y las organizaciones también debemos trabajar por otros frentes de memoria que han sido, en su mayoría, ignorados. Seguimos siendo un país en el que prima el olvido, y por eso es crucial que los diferentes sectores apoyen el trabajo que realizan las organizaciones como Armando Armero. El ICBF nunca ha colaborado de manera contundente, aunque durante este gobierno se han hecho nuevos compromisos.

Actualmente, el Gobierno Nacional parece estar haciendo esfuerzos importantes por recuperar la memoria de la tragedia y las familias afectadas a través del Ministerio de Cultura, con el “Pacto por la Memoria Histórica de Armero y los Niños Perdidos”. Por lo menos, se logró un avance fundamental, y es que el ministro de Cultura ofreció perdón a las víctimas en nombre del Estado, lo que no había hecho ningún gobierno. Ojalá los planes salgan adelante y las promesas de reconstruir la memoria de Armero no se queden en palabras.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-mejia/

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