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Se pusieron de moda los “libertarios”. Esos que dicen defender la desregulación sobre el estatismo; el libre comercio sobre el proteccionismo; y el individuo sobre el colectivo.
Vociferan en redes sociales sobre todo lo anterior, pero son felices usando las herramientas que les da el Estado (ese que tanto odian) para gobernar, celebran la victoria de Trump (el presidente más proteccionista de todos) y cancelan cada ley que vaya en contra de su moral timorata y su godarria de parroquia.
No son liberales, sino conservadores. Dicen que el feminismo es una patología, están en contra del aborto legal y seguro, y les estorba la igualdad ante la ley. Promueven el libre comercio y se pegan de eso para llamarse “libertarios”, pero se les olvida que esa idea ya hacía parte del liberalismo clásico mucho antes de que ellos existieran, un liberalismo que, diferente de lo que ellos hacen, defiende al individuo y al colectivo al mismo tiempo.
Están envalentonados con Javier Milei, ese que tiene de vicepresidente a una defensora y negacionista de los crímenes de la última dictadura militar en Argentina (Victoria Villarruel); de asesor principal a un espía que tiene parte de su cuerpo cubierto con tatuajes de la mafia rusa (Santiago Caputo); el que dijo que los niños se podían vender; quien iba a combatir la politiquería, pero luego se unió con ella; y que, mientras enfrenta la inflación, acaba con la gente.
En el discurso de los “libertarios” está implícito la defensa de la tiranía del mérito, que no es más que reafirmar la victoria de los aventajados por el azar de haber nacido sin barreras políticas, económicas, sociales o culturales. No defienden la individualidad, sino el individualismo; es decir, el egoismo, y prefieren la C de competencia que la C de colaboración.
Son antidemocráticos. Las reglas y las instituciones políticas la ven como obstáculos para su propósito superior: que el mercado no tenga límites y que la desigualdad siga siendo el “motor económico” de la sociedad. Además, como de liberales no tienen nada, pisotean las ideas contrarias, son intolerantes a la otredad y en su llamada “batalla cultural” arrasan con todo lo que les huela a izquierda; o sea con todo, porque son medio paranóicos.
Aquí ya hay empresarios, políticos, rectores de universidades y periodistas sirviendo de financiadores y de caja de resonancia de los “libertarios”, usando personas para que repitan una y otra vez teorías mal pegadas, retazos ideológicos, y convenzan a cuanto incauto crea que de verdad defienden la libertad, cuando es todo lo contrario. Lo que defienden, en realidad, es el privilegio.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/daniel-yepes-naranjo/