Los indeseados

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Hace algunos años (muchos años) tuve la oportunidad de trabajar en una dependencia de la Alcaldía de Medellín que se encargaba de su internacionalización. Éramos algo así como una pequeña oficina diplomática, desde allí, y con las prioridades de la ciudad claras, gestionábamos alianzas y encuentros con diferentes países, entidades internacionales, gobierno extranjeros, multinacionales, entre otras.

Teníamos varios objetivos al gestionar dichas alianzas; por un lado, atracción de recursos de cooperación técnica y financiera para los proyectos de la ciudad, esto quiere decir, plata o conocimiento que le sumara al desarrollo de Medellín. Por otro lado, inversión extranjera directa y por último, posicionar nuestra marca ciudad contándole al mundo la historia de como pasamos de ser la ciudad más violenta del mundo a una ciudad donde creíamos en la educación, la innovación y las oportunidades para todos y todas.

Nuestros visitantes eran por supuesto extranjeros, y con ellos salíamos a recorrer la ciudad a que con sus propios ojos conocieran nuestra historia de transformación. Nos movíamos entonces por diferentes zonas de la ciudad con personas que era evidente que no eran de aquí, y hablando otros idiomas. Nos veíamos raros, en la calle se quedaban mirando nuestro grupo de foráneos; para aquella época no era común ni ver a alguien de afuera recorriendo la ciudad, ni escuchar grupos de personas comunicarse en otros idiomas.

Hoy la realidad es otra. En Medellín tenemos barrios donde escuchamos hablar más inglés que español y ver un grupo de extranjeros departiendo en la ciudad es algo bastante común.

Para la época de aquel trabajo nos soñábamos con una ciudad que atrajera turismo de negocios, turismo de salud y turismo cultural. Estaba en nuestras metas y le apostábamos a eso. Sin embargo, estas metas se fueron haciendo difusas con el paso de los años; hoy de esa entidad, la Agencia de Cooperación e Inversión de Medellín y el Área Metropolitana, que en su momento era protagonista de la transformación positiva de la ciudad, no se volvió a escuchar nada, está desaparecida, y Medellín sí se llenó de turismo, pero no del que soñábamos.

Hoy caminar por las calles del Parque Lleras, Provenza y sus alrededores es transitar por un escenario de desolación. Estas calles son corredores de todo tipo de delitos, pero especialmente son un lugar de explotación sexual femenina y tráfico de personas a la vista de todos y de todas. Solo unos minutos por allí y es muy fácil ver al proxeneta organizando a “sus mujeres”, intercambiando instrucciones, despachando niñas en carros lujosos, entrando hombres claramente extranjeros con mujeres evidentemente medellinenses a bares oscuros, recibiendo dinero por sus intercambios.

Ese paisaje nos muestra que sí logramos atraer el turismo, pero no el que deseábamos. Como ciudad dejamos de trabajar porque el turismo que recibiéramos fuera uno que sumara a nuestra calidad de vida, que brindara oportunidades de empleo y desarrollo económico, y nos enfocamos únicamente en contar cifras de visitantes, sin contexto, sin importarnos a qué venían. Este gobierno se ha ufanado en decir que el 2022 fue el año con más turismo en la historia de Medellín, pero no dice que ese turismo nos tiene hoy en una grave crisis de explotación sexual femenina, que ese turismo ha sido a costa de nuestras niñas y mujeres, de su libertad, de su dignidad.

Esto está pasando al frente de todos nosotros, al frente de la Policía que comparte territorio con los proxenetas y turistas indeseados que vienen a comercializar cuerpos de mujeres como si se tratara de cualquier objeto más. Esto está pasando al frente de todos y nos estamos haciendo los ciegos, cruzamos la acera, decidimos no visitar más ni el Lleras ni Provenza para no tener que presenciar esta degradación, y nos estamos desplazando de nuestra propia ciudad, de nuestros espacios. Y las estamos dejando solas a ellas, a las mujeres en situación de explotación sexual, víctimas de una atrocidad como esta a los ojos de todos, y solas, abandonadas por el Estado y la ciudadanía.

Medellín sí necesita turismo, pero no este turismo. Estamos en el justo momento de tomar medidas radicales para parar esta crisis y mostrarnos nuevamente al mundo como lo que somos, una ciudad de vida, de oportunidades.

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