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Los humanos causamos destrucción

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Suena como el inicio de un discurso en contra de la especie humana. En parte lo es. Pero mi punto no es ese. Mi punto es que los modelos de sociedad que hemos construido, alimentados por unos pocos, son los que más daños han causado.

La fuerza destructiva de nosotros, los seres humanos, ha estado presente casi desde siempre. Al haber tenido las capacidades mentales y físicas, pudimos adaptarnos a todas las condiciones climáticas y ambientales del planeta. Eso nos permitió lograr grandes cosas y, en realidad, habla muy bien de nuestra capacidad de adaptación y recursividad.

Sin embargo, eso trajo consigo muchas transformaciones en la naturaleza, que, al parecer, se tenía que adaptar también a nosotros, en los tiempos que nos sirven y en las condiciones que más nos favorecen. Eso generó unas rupturas enormes en los equilibrios que la misma naturaleza había generado por millones de años. Nuestro deseo insaciable de más ha llevado a la extinción a cientos de especies y ha transformado casi todos los rincones de este planeta.

Lo más grave no son las acciones que causan estos problemas. Lo peor viene de la mentalidad de ver a la naturaleza como algo externo, un recurso, una amenaza o un estorbo. Ahora es lo que se nota en casi todas las actividades y acciones que tomamos como sociedad. No tenemos consideración por los otros seres vivos, ni siquiera por otras personas. Vivimos en unas burbujas de comodidad que nos impiden ver más allá y darnos cuenta de los daños tan grandes que estamos causando con acciones tan pequeñas.

Los seres humanos hemos causado grandes cambios y hemos dejado huellas muy significativas. Gran parte de los impactos nos terminan afectando a nosotros mismos. Lo paradójico es que siempre los más afectados van a ser los menos favorecidos. Los que menos se han dedicado a extraer hasta el último peso posible.

No es difícil ver lo insostenible que es ese modelo. Ya comenzamos a ver muchas de las consecuencias y nos comenzamos a dar cuenta que los recursos no son ilimitados y que no todo es posible. Hay unos límites que debemos entender y respetar.

Pero es más divertido pretender que no los hay. Vivir como si todo estuviera en función de nuestros intereses. Las grandes empresas y los gobiernos son la mejor prueba de eso. Han generado una cultura propia de homogenización para suplir sus propios intereses y supuestas necesidades.

Todos hacemos parte de este mundo. Pero no todos tenemos la misma incidencia. Son muy pocos los que han generado los impactos más graves. Somos pocos los que no queremos hacer parte de ese sistema. ¿Y el resto? Son una masa indiferente.

Por eso insisto tanto que es fundamental que cada uno regrese a sí mismo y se descubra como un ser especial y que tiene un propósito. Lo que le hace ver que hace parte de un planeta rico y diverso. Que sus acciones tienen influencias sobre los otros. Y vos, ¿de qué lado estás?

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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