Los fugitivos

Son poderosos. Asisten a cocteles. Se visten bien. Hablan en un tono moderado y seleccionan las mejores palabras para articular frases elegantes. Siempre te preguntan por tu familia, en diminutivo (¿Cómo está Marianita? Mándale mis saludos). 

“¿Cuándo almorzamos?” es su pregunta favorita, una especie de salida al paso para casi todo lo que represente algún tipo de dificultad en la conversación que se tiene en el momento.

Son hijos de, primos de, hermanos de, nietos de, esposos de, amigos de. Su apellido tiene historia, territorio específico, una empresa particular y algunas sillas en juntas directivas. 

Son pujantes, emprendedores, innovadores, “crean empleo”, como les gusta decir. Creen en el Estado que no jode mucho.

Viajan bastante; siempre afuera. París, Berlín, Londres, Madrid, New York (ni por el putas Nueva York) lindan con su mapa interno imaginario que ubica pocos lugares en los que se hable español. 

Les gusta la política, pero por debajo de la mesa. La hacen todo el tiempo, pero niegan ese ejercicio, por asepsia, por pena o por estrategia, pero ahí están, siempre, defendiendo sus intereses.

Dicen “Patria”, creen mucho en Dios y en la familia tradicional, de hombre y mujer. Izan la bandera, le pitan a la Policía Militar cuando la ven por la calle, cantan el himno con la mano en el corazón y están seguros de que en Colombia los héroes sí existen.

Aman su país. Hablan de salvarlo, de defender la democracia maestro, de proteger la empresa nacional si la empresa nacional es de ellos porque si es nacional no tienen problema en que se venda a la primera oportunidad. 

Dicen que hay que rodear a las instituciones. Que Colombia no puede caer en el Castrochavismo, en el Neocomunismo o en el ismo de izquierda que esté de moda. Son de derecha, como debe ser. Gente bien.

Son élite. Es claro. Seguros de sí mismos, de mano firme y corazón grande. Son élite y te lo hacen saber con cada gesto, cada palabra, cada historia, cada referencia y cada decisión. 

Son élite. Dueños. Defensores. Líderes. Dirigentes. Todos estos adjetivos les encantan para definirse. Son élite, pero tienen miedo.

Aman su país, pero se van. Creen en la defensa de la democracia, pero se van. Creen en la empresa nacional, pero se van. Dicen “Patria”, pero se van. Izan la bandera, pero se van. “Crean empleo”, pero se van.  Hablan de haber enfrentado al narcotráfico pero se fueron, y se van. 

Si gana Petro, se van.

No, no son élite. La élite no huye cuando las cosas se ponen difíciles.

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