Escuchar artículo
|
Luego de una difícil y agria campaña presidencial, en la que estrategias de campaña, análisis electorales y cubrimientos de medios pusieron el énfasis en las cosas que nos diferencian, vale la pena insistir en algo que ya había dicho en otra columna: Nos diferencian preferencias políticas, pero nos une la ciudadanía compartida. Y sumo un matiz, nos diferencian “algunas” preferencias e ideas políticas. Agendas controversiales y polarizantes, que además de ser divisorias por su misma naturaleza (tocan creencias morales profundas, por ejemplo), son también susceptibles de ser exacerbadas por líderes políticos o sociales que se benefician de la consolidación de bandos insalvables para activar a sus nichos políticos.
Nos pueden diferenciar esas ideas, pero nos unen muchas otras, más de las que pensamos. Reconocer esas cosas que nos unen también puede ser una pista para reconstruir puentes de esa ciudadanía rota poselectoral, pero incluso, puede ser el primer paso para lograr acuerdos sobre agendas en las que es muy necesario actuar.
No es tan difícil encontrar coincidencias sencillas entre los colombianos. Hay muchas fuentes posibles, pero si nos concentramos solo en los resultados del diálogo nacional “Tenemos que hablar Colombia”, tenemos buenas ideas. Lo primero es lo que nos gustaría cuidar o mantener, asuntos culturales como la solidaridad o la hospitalidad son muy bien valoradas, también la diversidad de expresiones artísticas y culturales, pero también en biodiversidad y riqueza medioambiental. Ambos asuntos son considerados por las personas que conversaron como elementos fundamentales de su identidad como colombianos.
Nos une también nuestros sueños para el futuro. Los colombianos y colombianas señalaron la necesidad -y le amarraron la esperanza- de lograr que el país sea más equitativo y pacífico; la equidad imaginada como consecuencia de oportunidades educativas y económicas, la paz como consolidación de una nueva forma de hacer política y de relacionarnos unos con otros. Cambio cultural de por medio y una expectativa importante en lo que la sociedad civil puede hacer por el país.
Finalmente, nos unen los temores. Los colombianos y colombianas temen que las cosas sigan iguales, que los cambios soñados no puedan realizarse o vengan con un alto costo al bienestar nacional. También temen la inestabilidad y la violencia que pueden desprenderse de desconocer reglas de juego comunes y valoradas como la Constitución Política.
En lo que queremos cuidar, lo que soñamos cambiar y lo que tememos perder, hay puentes fundamentales, acuerdos mínimos y generales, que deberían trazar ruta para discusiones nacionales y procesos locales de movilización ciudadana. Luego de la calentura de las elecciones, hay que reconstruir los puentes quemados e insistir en la importancia de valorar nuestra ciudadanía compartida. Porque entre otras muchas cosas, eso también nos une.