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Lo que necesita Medellín en cultura ciudadana

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La promesa de las ciudades es que podamos vivir bien juntos. Y es una promesa porque no es un propósito sencillo y porque buena parte de los problemas cotidianos y sustanciales de una comunidad surgen de esa dificultad de seguir proyectos vitales propios, coordinar acciones colectivas y convivir en la diversidad que supone la vida democrática moderna. Todos los días enfrentamos el lío de vivir nuestras mejores vidas, sin que por eso arruinemos las de otros. Pero no solo es este modesto objetivo; vivir bien juntos también nos exige lograr acuerdos sobre lo que queremos lograr entre todos. El propósito individual de vivir nuestra mejor vida no tiene mucho sentido si no se coordina con el propósito colectivo de lograr que los otros también puedan hacerlo.

Esto no lo podemos conseguir si no trabajamos juntos, al menos, si no es posible movilizar los comportamientos de los ciudadanos hasta un punto razonable de coordinación social. Si cada uno va por su lado, si no existen representaciones colectivas que nos reúnan, esto es básicamente imposible. Las ciudades del puro egoísmo son espacios sin convivencia. Por eso resulta fundamental que tengamos imaginarios colectivos que nos reúnan, identidades y valores compartidos que, en el caso de una ciudad como Medellín, nos propongan una idea de lo que significa ser un medellinense. Y que esa idea logre que vivamos bien juntos.

La cultura ciudadana es uno de los mejores mecanismos para establecer esta idea de convivencia colectiva. Lo que significa ser un habitante de Medellín, qué consideramos beneficioso y perjudicial, qué esperamos de otros y de nosotros mismos, qué comportamientos nos producen bienestar y cuáles no lo hacen. Esa idea poderosa puede ayudarnos mucho a contar con la disposición de cooperación de parte de la ciudadanía que permite resolver una gran cantidad de problemas públicos.

Asuntos como el cuidado del medio ambiente, la convivencia vecinal, las justificaciones de la violencia, la disposición a incumplir reglas, el pago de impuestos, el cumplimiento de normas viales, la resolución pacífica de conflictos, la denuncia de problemas de seguridad, el respeto a derechos de poblaciones vulnerables, la disposición de las basuras y muchos otros se pueden abordar desde el enfoque de cultura ciudadana. Y se beneficiarían profundamente de esta reflexión constante sobre la forma en las que deberíamos hacer las cosas en Medellín para vivir bien juntos.

Ahí, ojalá, se concentren las acciones del gobierno distrital entrante en Medellín durante los primeros meses del 2024. Porque los últimos cuatro años han sido tiempos de pérdida para esta idea de la ciudad como proyecto colectivo. La confianza interpersonal, el orgullo por la ciudad y el cumplimiento cotidiano de acuerdos y normas se han visto afectados. Hace tiempo que la ciudadanía no estaba tan desconfiada de otros, tan poco orgullosa de Medellín y tan dudosa de asumir los costos que implican las acciones colectivas. El cambio en el gobierno dará un impulso poderoso a ese cambio de actitudes ciudadanas, pero necesita de todos los esfuerzos posibles para consolidarse.

En principio, de nuevo, es esta apuesta fundamental lo primero desde el enfoque de cultura ciudadana necesita Medellín: volver a convencernos de que podemos vivir bien juntos.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/

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