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No fui estudiante en EAFIT, entonces no puedo hablar de la calidad y metodología de sus clases, cuán completos son sus planes de estudios, las oportunidades laborales que les ofrecen a sus estudiantes. Entonces, esta columna no es una crítica a la calidad de la educación en EAFIT, ni una evaluación de si su propuesta de valor está fallando y por eso cada semestre (como el resto de las universidades privadas del país) está viendo a menos gente postularse, ni tampoco es una calificación de la calidad humana del liderazgo de la universidad.

Fui empleado allá por ocho meses, bajo un jefe fantástico y brillante que me enseñó mucho en el tiempo que pasamos juntos. Puedo elogiar a EAFIT por la belleza de su campus, por sus decisiones impopulares para añadir espacio verde a la universidad, por el gran trabajo del equipo de marca y por la calidad humana de la mayoría de las personas con las que interactué en mis meses allá.

No obstante, vi muchas cosas contradictorias en la universidad que son sintomáticas de una institución que tiene mucho camino por abrir para llegar a esa visión suya de ser un referente en el país. Camino que va desde lo más básico en cuanto a los procesos logísticos de pago de sus empleados (algo que yo, absurdamente, sufrí y se demoraron meses en pagarme) hasta la coherencia en como organizan, conducen y deciden hacer eventos.

No quiero decir que le tengo desafecto a EAFIT, es imposible, como es imposible no reconocer que EAFIT es una parte importante de Medellín, de la formación de muchos líderes de nuestras empresas, de un centro de estudios importante para entender la ciudad desde la academia.

Es quizás, más que nada, un mensaje que quiero enviar de que EAFIT (en su incidencia hacia la sociedad) se ha enfocado mucho más en usar palabras de moda e invitar gente a hablar de lo importante y bueno que es hablar de lo que estamos hablando, dejando de lado su papel crítico hacia problemas sociales de Medellín y volviéndose sumisa de poderes como el GEA, la Alcaldía o Comfama, lo que le ha dificultado ser una institución con una identidad clara y con libre albedrío.

Se refugian muchas veces en la palabras “colaboración” o “ecosistema” en vez de tomar posiciones fuertes y actuar como contrapesos. Ahora, como facilitador de espacios, les doy todos los méritos. Se atrevieron a traer a Timochenko en algún momento y hace poco hubo una visita de Álvaro Uribe. Eso es algo fundamental en cualquier universidad.

Quizás lo que me frustra a mí, que tuve algún tipo de vistazo adentro de la organización, es que el potencial que tiene todavía no está materializado. Pienso que EAFIT pasa demasiado tiempo hablando y discutiendo sobre éste en vez de volverse una institución robusta, alejada de protagonismos, y enfocada en aportar sin bulla, que es casi siempre como lo ha sabido hacer la academia. En una institución de gran talante, ninguna persona que busca trabajar hacia el objetivo final (ese de ser un referente en el país), debería sufrir de trabas en el pago de su salario, en la obtención de un correo o en el avance de proyectos serios que aportarían valor.

A mí me emocionaría ver a EAFIT brillar, competir con Los Andes por ser la mejor universidad del país. Que sea el lugar donde se hacen investigaciones que sacuden los paradigmas de nuestro entendimiento del país. Quiero que sea donde se sigan dando charlas (entre más arriesgadas mejor). Que sea un espacio colectivo, que salte de sus lindos diseños gráficos a la realidad, que involucre y genere cambio profundo. Que haga críticas a su mismo sector, que se mire más al espejo. Y, aunque en lo educativo no pueda hablar mucho, ojalá también sea un lugar que enamore a sus estudiantes del. hecho de estudiar, del potencial de que todos seamos —de cierta forma— académicos aunque no trabajemos en la academia.

No tengo duda de que puede llegar a ese lugar. Quizás para hacerlo tiene que entender que es el punto de conexión de Medellín con la academia mundial (que es como piensan las grandes universidades), y no la escuela de negocios que nació para educar a paisas a emprender. La historia es linda, y hay que recordarla, pero en la realidad actual, EAFIT tiene que ir más allá de sus cimientos para posicionarse como esa institución líder que, en mi opinión, debería ser. La calidad humana está. La oportunidad también. Pero creo que todavía necesita un rumbo más claro y un norte más tangible para alcanzar su potencial.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-felipe-gaviria/

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