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Resúmenes, recuentos, revisiones, reflexiones, angustias, melancolías. El fin de año es un cóctel de emociones complejas e intentos de dar sentido a la vida y al tiempo, y a los recuerdos -corrompidos por nuestra selectiva memoria- de doce meses de acontecimientos. Quizá un ejercicio relevante sea recordar lo que sacamos del año, lo que aprendimos de nuestros amigos, familia, trabajo, lecturas y entretención. Por eso esta corta lista, no porque no haya aprendido más cosas, solo porque éstas las selecciona mi memoria en 2022. En esta ocasión agradezco su sesgo, aprecio su selección.
Aprendí que hay siempre la posibilidad de transformar el horror en belleza. Fue una lección atravesada por la angustia de leer “Si esto es un hombre” de Primo Levi. Levi fue un superviviente del holocausto, un judío italiano internado en los campos de trabajo asociados a Auschwitz y que por esa combinación azarosa de suerte y horror que en ocasiones invade la historia, sobrevivió al exterminio de millones de personas. Pero la historia de Levi se centra en la deshumanización de los prisioneros y los guardias del campo; en esa facilidad espantosa para perder características que todos consideramos universales como la compasión, la solidaridad o la empatía. También es una historia sobre las pequeñas expresiones de bondad que nos dejan salir de los infiernos y al tiempo, sobre la posibilidad que el arte, en este caso la escritura, les da a las personas de darle vueltas a sus duelos.
Aprendí que las personas estamos más de acuerdo en nuestras ideas y preocupaciones colectivas de lo que el debate público y los medios sugieren, y que la conversación entre diferentes con el objetivo de alcanzar puntos comunes es una estrategia fundamental para reconstruir la confianza entre ciudadanos en tiempos de polarización. Ese fue uno de los principales resultados de los diálogos de Tenemos que hablar Colombia, una iniciativa de varias universidades nacionales que tuve el privilegio de dirigir, y que constituyó un punto central de todos los informes y el contenido que durante este año le presentamos a los colombianos. El mantra que repetimos, la lección que aprendimos, es que “quien conversa, confía”.
Aprendí que hay una extraña lógica que da sentido a tareas dificilísimas como la paternidad. Pocas cosas tan complejas y al tiempo, tan simples. Si hay alguna razón universal, una traza que une los caminos disonantes de nuestras vidas, es responsable de cosas como los abrazos de un hijo. La preocupación no imagina las altas cotas posibles hasta que uno la siente por sus hijos; la felicidad previa también es pálida y desabrida. Nuestro hijo Emilio y nuestra hija Lucía nos han enseñado a mí esposa y a mí, por casi cuatro años ya, la posibilidad que para ella es certeza y para mí sigue siendo duda, de que nos unen lazos amorosos sin explicaciones razonables.
Estas son algunas cosas -insisto, no todas- que aprendí en 2022. Y por eso puedo sentirme agradecido.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/santiago-silva/