Escuchar artículo
|
No sé bien qué le está pasando a mi ciudad ni a sus habitantes. Antes nos caracterizábamos por el orgullo con el que hablábamos de Medellín, contábamos su historia de transformación y mirábamos al futuro con esperanza. Hubo momentos en los que pecamos de soberbios, sí, hay que aceptarlo, pero la mayoría de veces que mencionábamos a nuestra ciudad en alguna conversación cotidiana era imposible que no nos palpitara el corazón. Hoy, poco de eso queda.
La llegada de una alcaldía irresponsable, corrupta e incapaz levantó el tapete y permitió evidenciar una desinstitucionalización de años. La crisis que atraviesa la ciudad y que impacta indicadores sociales muy importantes no empezó con el actual gobierno y, si no hacemos algo ya, tampoco va a acabar con el próximo.
No se trata de exculpar a Daniel Quintero y sus principales colaboradores sino de entender que, por más mal alcalde que sea -que lo es y mucho-, no es la causa de la crisis, sino la consecuencia; lo he repetido mil veces en mis columnas. Medellín venía mal y todos callábamos.
Hay que cambiar las preguntas y los marcos de interpretación. Medellín es diferente a como la solíamos comprender y de nada sirve seguir nostálgicos de unos apellidos, dos o tres conceptos o un par de ladrillos bien puestos. El rumbo que tome la ciudad depende de líderes valientes, audaces, incómodos, que no pidan permiso para hacer política, para tender puentes entre diferentes, para montar empresa, para protestar sin miedo en las calles, para decir lo prohibido, actuar de formas no permitidas y despertar a una ciudad adormecida y cómoda.
Muchos hacen, cada día, grandes esfuerzos para cuidar lo público, conversar en la diferencia, activar proyectos sociales, defender las empresas, vigilar a la alcaldía; cosas que son fundamentales pero que los tienen en un día a día que los desvía constantemente de un objetivo superior: recuperar el amor y sentido de pertenencia por la ciudad.
Aquí hay hombres y mujeres con mucha potencia que agachan la cabeza o callan frente a lo evidente por miedo a que, actuando o diciendo, los echen de sus trabajos, les digan que hablar o enfrentar situaciones públicas complejas no les corresponde, o los condenen al ostracismo porque enfrentaron alguna idea anquilosada de los que no han entendido que la ciudad cambió delante de sus ojos y ni se dieron cuenta.
A esos hombres y mujeres les digo que enfrentar la crisis actual no empieza sólo venciendo a Quintero y su grupo en las próximas elecciones -cosa que hay que hacer- sino, además, por recuperar parte de nuestra historia para contarnos que esta ciudad, que estuvo no al borde del abismo sino en el fondo mismo de éste, pudo salir adelante gracias a la fuerza e inteligencia de muchas personas que desde la política, la economía, la cultura, las organizaciones sociales, el periodismo, entre otros ámbitos y vocaciones, enfrentó a los poderes asesinos y corruptores del narcotráfico e iluminó la senda del camino que recorrimos juntos en una especie de liberación colectiva.
Este momento de crisis es solo un pequeño punto de la historia de nuestra ciudad. Prestar atención profunda al presente nos permitirá trazar un futuro prometedor. Es hora de levantar la cabeza, proteger a Medellín y no pedir más permiso, que nadie se los va a dar.
Crean en ustedes, en sus capacidades, en su inteligencia y amor por Medellín. Congreguen ideas, convoquen personas, construyan sueños. Es posible que se equivoquen en muchas cosas en ese camino, pero un mínimo acierto podrá ser revolucionario. No le tengan miedo a nadie, y menos a ustedes mismos.