Liderazgo de reina

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Se pasea por los pasillos, luce sus atuendos de marcas internacionales, colores normalmente neutrales, te saluda, saluda a los demás, regala uno que otro abrazo a personas en su paso.

Siempre tiene en su celular contactos, en las conversaciones menciona el nombre y apellido de personas que considera importantes, cualquier situación que se presente, nos recuerda que puede usar su base de datos.

Pocas veces tiene posturas claras o las hace saber, intenta mantener las relaciones porque allí está su potencia, por ende, no juega en los conflictos, pocas veces asume riesgos, tiene silencios, sonrisas y alguna frase para cerrar conversaciones incómodas.

Pocas veces tiene ideas originales pero está siempre rodeado de personas que las tienen. Le gusta decir uno que otro chiste y mantener el ambiente.

Cuando entra en confianza, comienza a decirte comentarios sobre como eres, te intenta moldear, cree que tiene las soluciones y el saber, junto a las metodologías para estar en los lugares que ostenta. Se caracteriza por una autoridad asumida que pocas veces se ha cuestionado, considera que su voz es válida, su trayectoria relevante y no se la tiene que recordar ante el espejo.

De nuevo en los pasillos, se pavonea, nos muestra ya no sólo sus contactos, sino sus familias, sus grupos de amigos del colegio, la universidad o de algún trabajo en el que participó, no necesariamente por sus capacidades y méritos manifiestos, sino por sus redes y relacionamientos.

Este liderazgo tan común en los pasillos del poder, lo he visto en las oficinas de alcaldías, gobernaciones, empresas, organizaciones sociales y en procesos comunitarios. Se mueve entre los roles de gerencia, hasta profesionales, docentes, activistas, directores y coordinadores. El liderazgo de reina, camina con cuerpos masculinos, usa peinados similares y normalmente tienen las mismas practicas  en sus bolsillos.

Lo complejo de este liderazgo es que es encantador, te cae muy bien y te limita el cuestionamiento; aunque sea ineficiente, poco productivo, en ocasiones, incapaz de resolver problemas, de innovar, se sostiene sondeando sus brazos, como la reina, no se le exige más; ya poseen las coronas.

Esta práctica tan interesante ante mis ojos observadores y etnográficos, quién desea comprender las filigranas de los comportamientos humanos, me invita a preguntarme, ¿quién les enseñó esta forma de relacionamiento?, ¿dónde las aprendieron?, ¿quién les dijo que esto era liderazgo?, ¿cómo se explica esta manifestación del patriarcado? ¿Solo estoy exagerando?

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