Se nos ha tratado de hace creer que el principal enemigo del libre mercado es el estado, especialmente cuando hablamos de un estado comunista, socialista o progresista, como se dice el nuestro. Y en algunas ocasiones tienen razón, pero digámonos la verdad, sino enemigos, los principales opositores del libre mercado son los mismos empresarios, especialmente los grandes, y no porque sean malas personas o malos empresarios.
La razón es muy sencilla y tiene que ver con la condición humana: nos encantan las libertades propias, pero no tanto las de los otros y más cuando se cruzan con las nuestras. Ello explica que estemos llenos de monopolios, duopolios, oligopolios y carteles empresariales, aquí y en casi todos los países capitalistas, incluyendo a Estados Unidos, el “país de las libertades”, del libre mercado, que ahora en una especie de cruzada proteccionista, propia de modelos estatistas.
Pero no se trata de satanizar a los empresarios ni de romantizarlos: ni a ellos ni al mercado. Hagámonos una pregunta elemental, ¿cuántos empresarios creen que quisieran tener competencia?, que es una condición indispensable para la libertad del mercado. Les garantizo que ni siquiera es el 5%. Y seguramente si usted o yo tuviéramos una empresa, supóngase un supermercado de barrio, muy posiblemente no quisiéramos que hubiera más en muchos metros a la redonda.
Y hasta ahí es comprensible el tema desde lo humano. Lo que no es justificable es cuando no sólo hacemos uso sino abuso de la posición dominante y le ponemos condiciones leoninas a proveedores, clientes y empleados, que son agentes de la oferta o la demanda.
Eso es lo malo, y lo fastidioso y falaz es que vivan pregonando una libertad de mercado que no les interesa. La famosa “mano invisible” de Adam Smith, que supuestamente regulaba la oferta, la demanda y la competencia, es un mito más de la teoría económica tradicional. La mano es bien visible. Son algunos empresarios y altos dirigentes que, en contubernio con las respectivas autoridades, suelen obstaculizar la libertad de mercado.
La resistencia a la competencia, como se dijo, es propia de la condición humana y las relaciones de mercado son una modalidad de las relaciones humanas. Por eso, para comprender la economía de mercado, la libertad de mercado y la libertad de empresa es preciso entender la condición humana. La aniquilación de la competencia y demás agentes del mercado es lo que no podemos justificar ni permitir en países democráticos.
No seamos ingenuos, pero tampoco hipócritas frente al libre mercado. Las “fallas” del mercadeo no existen, son una entelequia más de la literatura económica. Las fallas son de nosotros, los seres humanos que actuamos en él, como oferentes o demandantes, de buena fe en unos casos y de codiciosos, en otros.
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