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La espera, la ansiedad, la incertidumbre. Bombardeo de información por las redes sociales: boca de urna acá, boca de urna allá, que Edmundo 66% y Maduro 30%; encuestas que, las más pesimistas, daban ganador al primero con más de un 25% de ventaja. Finalmente, ocurrió lo que muchos sabíamos pero que, apegados a una remota esperanza, no queríamos terminar de ver: Nicolás Maduro Moros se robó las elecciones otra vez.
El presidente del CNE, Elvis Amoroso (vaya cinismo de apellido) ruin alfil de Maduro, salió a dar los resultados con una sonrisa cínica, alegando un ataque al sistema de transmisión de votos. Cuando dijo “primero, Nicolás Maduro”, la esperanza se desmoronó. El robo ha sido tan ruin que ni siquiera buscaron disimular el fraude, sino que hicieron silencio por horas, La amañada descarada deja un mensaje claro: le escupen en la cara a la gente para quitarles la esperanza y se burlan de la comunidad internacional porque saben que, hasta ahora, no ha hecho prácticamente nada para detenerlos. Los han dejado solos.
Este régimen criminal necesita algo más que condenas verbales por parte de los diferentes actores internacionales. Hacen falta gobiernos que los aíslen, como ya se atrevió el de Panamá. Eso sí, ya vimos que no existirán acciones contundentes por parte de algunos de los cobardes que gobiernan a Colombia: Gustavo Petro, Luis Gilberto Murillo, Gustavo Bolívar y otros tantos que este domingo demostraron ser cómplices de la opresión de Maduro. El presidente, que se caracteriza por estar trinando todo el día, se ha mantenido en silencio sepulcral hasta hoy, martes en la mañana.
Ojalá el primer presidente de izquierda de nuestra historia hubiera sido sensato como Gabriel Boric, presidente de Chile. Desde antes de las elecciones instó a Maduro a aceptar los resultados y, cuando salió su fraude a la luz, los desconoció, dando a entender que ser de izquierda no debe ser sinónimo de legitimar al chavismo generador de hambre. Porque muchos no han entendido que defender la libertad de Venezuela no es ideológico, sino moral. Por supuesto, el régimen dictatorial de Maduro ya expulsó al embajador chileno -y a otros tantos-.
Si algo tenemos que aprender los colombianos de este proceso es que nuestra democracia no está garantizada, menos si el gobierno actual está, como han demostrado, lleno de simpatizantes de un régimen criminal que acaba de robarse unas elecciones con todos los ojos encima. Sin embargo, hace falta seguir creyendo en que las instituciones se mantendrán firmes, y que la opinión pública, que afortunadamente sigue siendo libre, terminará sacándolos en las urnas en 2026. Pero su silencio hace de todo menos brindar tranquilidad para esos comicios; incluso, es muy paradójico que mientras decían en 2022 que en Colombia no había una democracia -hasta que los eligieron, por supuesto-, hoy digan que el “sistema electoral” de Venezuela es uno de los más seguros y democráticos que conocen.
Mientras termino esta columna, en Venezuela tumban estatuas de Hugo Chávez y se observan videos en los que efectivos de la Policía o las Fuerzas Militares se unen a las manifestaciones. Sigue existiendo un ápice de esperanza que invita a creer que esta vez las cosas no van a ser iguales. Además, María Corina Machado, en una jugada astuta, ha publicado más del 70% de actas recuperadas por los ciudadanos, que han sido los veedores más contundentes del proceso. En ellas la victoria de Edmundo González supera a Maduro por más de 3 millones de votos.
Ojalá esta vez sea diferente: que se reunifiquen las familias, vuelva la libertad de expresión, cese el aislamiento internacional y el pueblo reclame lo que es suyo. Edmundo González es el nuevo presidente electo de Venezuela, y el pueblo debe seguir resistiendo para no dejarse quitar lo que votaron con contundencia. Porque ya les pudieron haber robado todo, pero es fundamental que no se dejen robar la esperanza. Que caiga el dictador, y que Venezuela grite: ¡Libertad!
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https://noapto.co/esteban-mejia/