En diciembre se murió el profesor Mauricio Uribe López. La semana pasada Jorge Giraldo Ramírez, Felipe Piedrahita, David Murcia y demás amigos y amigas le rindieron homenaje en Medellín. En la ceremonia se recordó su vida, su extraordinaria contribución a las ideas liberales en Colombia, su compromiso con el entendimiento del conflicto armado y su defensa de los procesos de paz. Jorge Iván González, uno de sus grandes amigos y principales mentores, leyó un bello perfil de su trayectoria académica con transiciones narrativas a divertidas anécdotas personales. Contó, con orgullo y algo de pudor, que Mauricio lo consideraba su profesor. González, a quien muchos importantes académicos llaman “el sabio”, describió a su amigo como una de las personas más brillantes que había conocido.    

Y es que Mauricio escribió La nación vetada, participó en el Informe de Desarrollo Humano de Colombia en 2003, hizo trabajos de política comparada entre Latinoamérica y África, describió como pocos la necesidad de infraestructuras sociales para la paz, y, sobre todo, cautivó a sus estudiantes con inteligencia, generosidad y amabilidad. Lo propio- desafortunadamente- en la relación entre académicos destacados y estudiantes, es la distancia condescendiente. No era el caso del profesor, que valoraba las reflexiones del salón al punto de reacomodar sus ideas si era necesario. El diálogo en sus clases era lo que se usaba siempre. No llegaba a dar lecciones magistrales, ni a demostrar vulgarmente su conocimiento. Escuchaba con atención las lecturas de sus estudiantes y se interesaba por construir conocimiento de manera compartida.

El profesor era un liberal. Decía que la mayoría de economistas que se hacían llamar así no habían leído a Adam Smith. Mucho menos habían abierto Teoría de la Justicia de John Rawls. Ese, el filosofo estadounidense que para muchos revivió el pensamiento político en el siglo XX, era su autor de cabecera. En ese sentido Mauricio Uribe López, militante de las juventudes liberales y ponente recurrente en el Liberty, era un defensor de la justicia distributiva, la equidad y la igualdad de oportunidades. Defendía un liberalismo igualitarista.

No le gustaba entonces que el movimiento reaccionario, racista, nacionalista, antiderechos y fundamentalista de mercado que lideran Milei, Meloni, Trump y compañía se autodenominara liberal. Después de su paso por el Cider de la Universidad de los Andes y por el Departamento de Gobierno de la Universidad EAFIT en Medellín donde vivió muchos años, el profesor Uribe López había vuelto a Bogotá y estaba dando clase de nuevo en Los Andes. Cuenta Felipe Piedrahita­ — su amigo y colega hoy profesor de la Universidad Católica del Perú — que en una conversación Mauro le contó una historia de decepción y esperanza.

“Piedra, imagínate que me trasnoché preparándoles la clase de Rawls a estos y llegaron sin leer ni una página. ¡Qué putería! Yo que les había cambiado el ejemplo de Cristiano Ronaldo por uno de Neymar y cuando les dije “velo de ignorancia” no dijeron nada”. Mauro, ¿y cómo salió la clase? – preguntó Piedrahita. Pues yo no sé hermano, pero ojalá que desde hoy tengamos uno o dos menos apoyando a los liberfachos.

La preocupación del profesor Mauricio, como casi siempre, era la preocupación de la sociedad. Hoy en Latinoamérica y el mundo gana fuerza la política del odio. En nombre de la libertad, del fundamentalismo de mercado, avanza un movimiento reaccionario que busca profundizar las desigualdades sociales y perseguir a los que piensen distinto a ellos. “tiemblen zurdos hijos de puta” dijo el 21 de enero Javier Milei.

¡Larga vida a las ideas del profesor Mauricio Uribe López! Las necesitamos.

Adenda: estoy convencido de que el profesor Mauricio estaría muy preocupado por la crisis que provocó ayer Gustavo Petro con su comportamiento indigno de un presidente de la república. Las consecuencias económicas y políticas para el país pueden ser muy graves.

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