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Las democracias de esta época no se mueren de infarto fulminante como las de antes, cuando llegaban hombres armados a incendiar el palacio de gobierno y a matar o encarcelar al presidente caído en desgracia. Las democracias de esta época se mueren democráticamente, a punta de micro dosis de autoritarismo inyectadas por las vías institucionales, sin que los ciudadanos se den mucha cuenta.

Así pasó en la Venezuela de Chávez, está pasando con el alabado Bukele en El Salvador, en la Argentina de Milei y va a pasar en Estados Unidos con Trump. Esa es la teoría Steven Levitsky y Daniel Ziblatt exponen en el libro Cómo mueren las democracias, escrito en 2018.

La pregunta que flota en el aire cuando vemos al tipo destapando las cartas de sus nombramientos, el siguiente más escandaloso que el anterior, es: qué es lo que los liberales de todas las latitudes tienen que aprender para revertir el efecto mortal del veneno y resucitar el pulso de la democracia.

  • Dejar el asco y prestar atención

    Detrás de Trump que, sorpresivamente, también conquistó el voto popular, hay unas voces que lo anteceden en sus pretensiones presidenciales y han sido ignoradas sistemáticamente gobierno tras gobierno. Entre ellas y los miembros del partido demócrata se levanta una barrera de incomunicación a causa del mutuo desprecio. Es gente blanca estancada económicamente hace cincuenta años, para la que lo que está en juego es su estatus, su honor. Está claro que los valores y creencias de los unos y los otros se distancian en asuntos cruciales pero ¿las políticas públicas no habrían servido para contener o encauzar su descontento sin que tuviera que llegar un Trump a representarlos?

    • Jugar con nuevas dicotomías

    El centro del debate, como lo planteó Kamala Harris no está entre los que defienden la democracia y los que no, ni entre liberales o conservadores. La bandera de la preservación del sistema democrático, así como la recuperación y ampliación de libertades (por ejemplo el derecho al aborto) no atrajo votos.

    De acuerdo con Steven Levitsky en las democracias occidentales “el clivaje principal ya no es izquierda-derecha, sino cosmopolitas contra etnonacionalistas”. Al margen de los matices, los gobiernos demócratas de Estados Unidos, junto con los republicanos aceptaron la gobalización y la inmigración como fenómenos inherentes a los nuevos tiempos.

    Hoy, la masa de votantes descontentos les atribuye a estos últimos aspectos, la causa de todas sus desdichas. ¿Qué tienen los demócratas en el caso particular de E.U. para ofrecerles?

    • Educación superior para las ideas liberales

    Se podría decir que, en el escenario de las nuevas dicotomías, educación sustituye la polarización de clase social. En las elecciones del 5 de noviembre Harris ganó por diez puntos en el grupo de los votantes blancos con educación universitaria, mientras que en 2016 Trump ganó en ese grupo por tres puntos. En ese aspecto podría estar la clave de las pautas a seguir de los demócratas en el futuro.

    • La plata, la sensación de bienestar y el voto

    Es una reducción al absurdo pensar que el 50,1 por ciento de los gringos es fascista e ignorante por haber votado por Trump. Lo que muestran, en cambio, los análisis y las cifras es tan simple como que durante el período del magnate la gente sentía mayor prosperidad pese a todas sus equivocaciones en el manejo de la pandemia. En cambio, la tendencia inflacionaria que acompañó al gobiermo de Biden y Harris, golpeó el bolsillo de la gente y avivó la idea de que el cambio de piloto convendría más.

    Con todo, es plausible que lo que se propone Trump en cuanto a deportaciones masivas, proteccionismo económico, recorte burocrático, cooptación del sistema de justicia y un laissez faire en conflictos internacionales como el de Ucrania o Gaza, no se revierta en bienestar para la gente y, entonces, el péndulo vuelva a oscilar. Y que, para cuando eso suceda, los liberales hayan podido ver sus deformidades en el espejo.

    Otros escritos de este autora: https://noapto.co/catalina-montoya/

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