Para llegar a mi casa hay dos caminos, ambos me gustan de día porque, desde arriba, puedo ver el cañón en el que nací, que no deja de maravillarme, a pesar de ser mi paisaje. Ambos me dan miedo de noche porque me parece que amplifican mi soledad, y porque a veces se cubren de niebla. El día que llegué a esta casa me puse un límite de horario para regresar cuando está oscuro. Si se me pasa la hora, prefiero quedarme en la ciudad y subir al otro día temprano por cualquiera de los dos caminos. Uno es amplio, podría girar y regresar si veo algún peligro, pero está lleno de huecos. El otro es estrecho, el pavimento está como nuevo, pero si alguien quisiera bloquearlo podría quedar atrapada sin poder maniobrar.
Hace unos días rompí mi regla y regresé después de las nueve de la noche. Elegí el camino estrecho, puse las luces altas y bajé el volúmen de la música para estar más alerta. Las curvas ya me las sé de memoria: dónde frenar, hacia dónde mirar para saber si viene alguien. Estaba concentrada, atenta, tomé una curva pronunciada y adelante vi un carro detenido. Ahí, en el camino estrecho, en donde es imposible girar. Bajé la velocidad y vi que al lado del carro había un hombre. Se me hizo un hueco en el estómago. Mientras calculaba si lograba pasar, recordé estas palabras: I must not fear. Fear is the mind-killer. Cuando me acerqué pude ver que había espacio suficiente y aceleré. No quise mirar al hombre del carro. Fear is the little-death that brings total obliteration. Esa tarde había visto Dune y, de las tres horas de diálogos, me quedé colgada de la letanía para enfrentar el miedo. Por fortuna.
Me gustan las correspondencias de los universos inventados, sus símbolos y lo que dicen del universo real. La Letanía Contra el Miedo está inspirada en una frase de Shakespeare, Julio César acto I, escena II, líneas 32-33: Cowards die many times before their deaths. The valiant never taste of death but once (Los cobardes mueren muchas veces antes de sus muertes. Los valientes saborean la muerte sólo una vez). El miedo puede paralizarnos, convertirse en la daga que nos mata una y otra vez sin que llegue nunca el descanso. Alguien que tenga que hacerse cargo de su vida (y de la de otras personas, como el protagonista de la película) necesita hacerse cargo de sus miedos. Eso es crecer.
En las historias coming to age siempre hay un evento que hace que el personaje tome consciencia de que entra a una nueva etapa de su vida. La orfandad, el fin del bachillerato, la salida de la casa natal, todas son puertas hacia una nueva versión de la persona. Dune me pareció una de esas historias: un niño que se convierte en hombre, que mira de frente su poder y asume su destino, que se enfrenta al miedo y lo conjura con las palabras que le enseñó su madre. ¿Cómo morir una sola vez, la única posible, y no dejar que el miedo lo destruya todo? I will face my fear. I will permit it to pass over me and through me.
Para morir una sola vez hay que mirar al miedo de frente. Dejar que nos atraviese, recibir a la fortuna y aceptar que, sin importar el camino que escojamos, llegaremos a donde nos esperan desde siempre. Confiar en que además de todas las puertas, siempre, al alcance de nuestra mano, hay un velo que podemos levantar para entrar a la trastienda en donde se encuentra nuestra verdadera libertad. And when it has gone past, I will turn the inner eye to see its path. Where the fear has gone there will be nothing. Only I will remain.