Corren tiempos bien curiosos en Colombia, el poder legislativo se quedó sin legisladores. En las pasadas elecciones los candidatos más votados fueron influencers y youtubers como Jota Pe Hernández (con 190.000 votos), María Fernanda Cabal (196.000 votos), Gilberto Tobón (con 170.000 votos), Ariel Ávila, Polo Polo, las listas del Pacto Histórico con personajes como Gustavo Bolívar, Mafe Carrascal o Susana Boreal; mientras que los candidatos que se caracterizaban por el rigor con el que abordaban los problemas públicos y legislativos como Gabriel Santos, Mabel Lara, Juan Fernando Reyes Kuri, Iván Marulanda, Sandra Borda, Mauricio Toro y Jorge Lodoño se quedaron por fuera.
Por supuesto, como en todo, en este caso hay excepciones: congresistas electos que serán grandes legisladores que abordarán su labor con rigor y juicio, como Humberto de la Calle, Catherine Juvinao y Daniel Carvalho. Pero la tendencia que emerge es que la política se ha vuelto más forma que contenido, poniendo la algarabía y el escándalo por encima de la reflexión profunda sobre los problemas del Estado; cada vez tenemos menos estadistas y grandes oradores como Luis Carlos Galán, Álvaro Gómez, Rodrigo Lara o Iván Marulanda, y más showmans y youtubers que sacan réditos políticos de la indignación de la gente con juicios superficiales y soluciones simplistas a problemas complejos, quedando las grandes votaciones en cabeza de estos y de gamonales políticos tradicionales con enormes estructuras regionales y maquinarias bien aceitadas, que llegan al poder solo a transar como negociantes de la política y lo público.
No obstante, los estadistas no se fueron sin dejar sembrada una semilla, que poco a poco va creciendo como una esperanza para el país: Una nueva generación de liderazgos impresionantes por todo el territorio que se está haciendo a pulso, empujando, estudiando, preparándose, con ganas de trabajar, de hacerle propuestas a la sociedad y que cada vez consolida más su idea de construir un país de libertades, equitativo, en paz, demócrata, basado en la ética de lo público, descentralizado, alejado del fanatismo, que proteja su biodiversidad y que celebre y cuide como su mayor riqueza la diversidad social, étnica y cultural.
Me llena de esperanza ver a tantas personas unirse a defender causas en las que creen, aun cuando dichas causas no les representan victorias fáciles –sino por el contrario, en la mayoría de los casos, dolorosas derrotas–. Están forjando el carácter para enfrentar los enormes retos del Estado y la política. Me ha honrado conocerlas, ver su esfuerzo y trabajar hombro a hombro con ellas, admiro esa convicción y esa valentía.
Luego esto apenas comienza, está todo por rehacerse desde la base, escuchando más y bajándole al acelerador, para construir un proceso fuerte que defienda las ideas liberales y que respalde una propuesta sólida para la ciudad, el departamento y el país. Después del guarapazo y la caída, nos levantamos y nos sacudimos.
Seguimos.