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Hay políticos que aún no han entendido que legislar no es evangelizar. Desde el año 2022, la Corte Constitucional despenalizó el aborto hasta la semana 24 de gestación. Todo un hito en Latinoamérica y más en un país tradicionalmente godo como este.
Desde entonces, los mal llamados provida, no han dejado de rasgarse las vestiduras diciendo que el aborto es homicidio, que es una crueldad, y que no dejarán de luchar por los más indefensos.
Los mismos que tienen una agenda política que apoya la guerra (en cualquier lugar del mundo), que le hicieron campaña al NO en el 2016, que piden castigos severos contra jóvenes reclutados forzosamente por la guerrilla de las FARC, que se quedan callados ante la crisis de camas de neonatos en los hospitales, que no dicen nada sobre la alarmante crisis del hambre infantil en las ciudades, y que educan a sus hijos bajo la arcaica premisa de: aprenda a los correazos.
Son los mismos que piden pena de muerte y cadena perpetua a violadores, en vez de trabajar en pro de la disminución de este delito atroz, y que se oponen a la adopción por parte de parejas del mismo sexo negándoles la posibilidad a miles de niños de crecer en un hogar lleno de amor.
Sí, son ellos, los que van al trabajo con camándula como si no supieran que Colombia es un estado laico y que, en vez de proponer proyectos de Ley que protejan a quienes ya están aquí, invierten su tiempo en seguir estigmatizando un asunto que es personal de cada mujer y de su diálogo interno sobre si desea ser madre o no.
Dicen que quienes apoyamos el aborto somos incoherentes porque nos preocupa más la creación de leyes que condenen el maltrato animal, y que nos indigna el Holocausto, pero no la “masacre de bebés” (Lo más absurdo que he leído). Y entonces caen en una trampa de su propio discurso: son ellos quienes están dándole una escala de valor a la vida diciendo de forma implícita que los otros seres no importan.
Entonces me pregunto: ¿Qué es lo que los mueve? ¿Por qué esa obsesión con quién no ha nacido, mientras miles de bebés y niños son abandonados, maltratados y criados en condiciones precarias? ¿No deberían estar cuidando a las mujeres madre cabeza de familia, a las que sufren violencia doméstica, en vez de perseguir a las que quieren interrumpir su embarazo?
No es que yo salga a la calle con un cartel que diga: aborten, qué maravilla. Simplemente no me importan las razones que llevan a una mujer a interrumpir su embarazo. Es su cuerpo, su decisión. Nadie, mucho menos el Estado, tiene por qué incidir en lo que ella elija. Y lo mínimo es que pueda acceder al aborto en condiciones seguras. De la misma manera en que a nadie se le impone cuántos hijos tener, a pesar de que el embarazo y el parto signifiquen un riesgo, a nadie se le debería obligar a parir si no quiere. Defenderé siempre las maternidades deseadas. Y al par de personas que me han escrito por Instagram preguntándome: “¿Y ahora que eres mamá sigues apoyando el aborto?” Sí, hoy más que nunca defiendo el derecho a elegir y les exigo a las entidades de salud colombianas que no impongan más barreras ni objeción de consciencia a lo que es un derecho.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/