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Siete años después de su último álbum de estudio, El dorado, Shakira lanzó Las mujeres ya no lloran. El nuevo trabajo discográfico (aunque hoy ya es todo digital) luego de sus problemas con el Ministerio de Hacienda en España, su ruptura con Gerard Piqué, y su nueva vida en Miami junto a sus dos hijos, Milan y Sasha.
La vida privada de Shakira nunca me ha importado. Desde muy pequeña he sido seguidora de su carrera musical, de sus letras, sus vídeos y sus premios que, al parecer, en una entrevista que le concedió hace unos días, a propósito de su nuevo álbum al DJ Zane Lowe, le parecen insuficientes, por lo que, incluso ella misma aún no se cree su fama, ni la cantidad de fanáticos en el mundo que la adoran. Los que conocemos bien a la artista sabemos que no es una mujer arrogante. Shakira es inmensa en los escenarios, pero es una persona tímida, introvertida y a veces insegura.
A Shakira, especialmente en Colombia, le han llovido las críticas, no precisamente por su talento. Su vida privada y sus formas han estado siempre en el ojo de la prensa atentos para señalarla, burlarse de ella y hasta despreciarla. “Que tiene acento argentino”, decían cuando era pareja del empresario Antonio de la Rúa, “Que desprecia a su país”, luego de que ella empezara a cantar en inglés y se radicara en Estados Unidos para catapultar su carrera de manera global. Y el más reciente: “Qué pesar de los hijos de Shakira oyendo esas letras tirándole al papá”. La perla machista. Poner en duda el amor y respeto por ellos, mientras nadie señala al infiel que destruyó el hogar, y que puso su carrera en pausa para acompañar a Piqué en la suya y dedicarse a ser ama de casa y mamá. Prejuicios de los que nos pegamos porque nos cuesta muchísimo ver el conjunto completo. La mujer, la artista, su carrera y, también, apreciar el arte.
Escuché el nuevo álbum con la misma emoción y expectativa con la que lo hacía cuando era niña. En esa época mis papás me llevaban a esas tiendas de discos, que hoy me generan nostalgia por ser un recuerdo lejano y un lugar pasado al que es imposible regresar, a comprar el CD. Lo oía día y noche en una grabadora AIWA que me regalaron en un cumpleaños y no descansaba hasta aprenderme todas las canciones. Aún hoy, mi memoria, aunque no sabe qué hizo ayer ni qué ropa tenía puesta, recuerda a la perfección cada letra de cada álbum de Shakira y hasta el orden en el que aparecen. Esos momentos en mi infancia y adolescencia oyéndola, aunque no comprendía muy bien algunas canciones, me acompañaron, me dieron paz e inspiración.
No voy a entrar en detalle a analizar cada canción de este nuevo disco. Lo que me ocupa e interesa de Shakira es el conjunto de su obra. El título es una contestación genuina al patriarcado, no porque las mujeres no podamos llorar, pues hoy en día hablamos mucho más de la gestión de las emociones, de la validación y de la importancia de expresarnos sin sentirnos juzgadas, sino porque lloramos de manera diferente. No lo hacemos desde ese drama romántico que nos hace ver como las perdedoras o las que no pueden soportar una ruptura, sino todo lo contrario: estar con una pareja no es lo que nos define ni nos da nuestro valor.
Shakira, evidentemente, llora y padece su ruptura con el papá de sus hijos y el hombre con el que vivió durante trece años, sin embargo, como ella misma lo dice: lo hace a través de la música, porque ese es el lujo que se pueden dar los artistas. Expresarse con sus letras, canalizar sus emociones en las canciones, explorar nuevos sonidos, ritmos, y decir lo que en una conversación frente a una persona puede no ser tan poderoso. Shakira asume una postura de reivindicación de las mujeres que lloran, que sufren, que aceptan su vulnerabilidad, que reconocen la fragilidad del amor y la amalgama de sentimientos que trae. Sabe muy bien qué hacer cuando está destrozada: como si fuera una canción, unir trozo por trozo y componer de nuevo el corazón.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/