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Las miserias de las campañas políticas

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Las campañas políticas son fundamentalmente una lucha por la exposición, por quién es más relevante en la opinión pública. La desesperación por la popularidad conduce a fórmulas y atajos para el reconocimiento. En ese repertorio del político(a) ávido de figuración, encontramos titulares como: “Candidato al concejo se desnuda en campaña”, “Lanzamiento de campaña desde un puente” “Candidato a la alcaldía propone instalarles una hélice a los carros para evitar los trancones”. El principio detrás de estas extravagancias es la popularidad del candidato. Las personas que asesoran sus comunicaciones — siguiendo la vieja premisa de “que hablen bien o mal, pero que hablen” — recomiendan acciones “disruptivas” e “inesperadas” para lograr impacto en la agenda pública. La fórmula pocas veces funciona, pero se sigue repitiendo cada que hay elecciones.

En un segundo nivel de las estrategias de reconocimiento — ya no tan penosas, pero más irresponsables— están las que quieren generar polémica. Acá el objetivo es causar revuelo con afirmaciones exageradas y caricaturescas. Pienso en titulares como “Candidato al concejo propone protestódromo”. Puedo equivocarme (ojalá no) pero creo que las declaraciones de este tipo no son en realidad proyectos que los candidatos buscan realizar, si no afirmaciones altisonantes pensadas estratégicamente para buscar la atención del electorado.       

En un tercer nivel están las acciones del político(a) de la sapiencia suma, del Dios soberano del conocimiento de lo público. Este es el nivel más irresponsable. La recomendación de los equipos de comunicación en este sentido es que el candidato(a) se posicione frente todos los asuntos que la agenda pública selecciona como relevantes, sin importar que no se sepa absolutamente nada de ellos. La intención es, justamente, dar la apariencia de un amplio conocimiento de todos los temas que demuestre preparación para el cargo que se aspira. A menudo son problemas públicos frente a los que hay hondos debates y en los que hay personas que han dedicado toda su vida a estudiarlos y tratar entenderlos: regulación de las sustancias psicoactivas, legalización del aborto, regulación o abolición de la prostitución. Pero como no hay nadie en el mundo que sepa de todos los temas, la sapiencia suma falla, y los candidato(a)s terminan haciendo una caricatura simplificada de temas muy complejos y sensibles.

La tradición de extravagancias, afirmaciones polémicas y ejercicio del político(a) que todo lo sabe es bastante amplia. Sin embargo, me preocupa ver a aquellos candidatos que considero serios, cayendo en ello. A lo mejor las campañas lo necesitan y mi desconocimiento de ellas le agrega severidad a mi análisis, pero creo que es posible competir en la agenda pública sin menospreciar a los electores, o sin caricaturizar asuntos complejos. Creo que es posible opinar respecto de problemas públicos— de los cuales no se tiene el suficiente conocimiento— sin buscar la polémica o la imagen de la sapiencia suma.        

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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