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La palabra pueblo es una de las categorías centrales de la política. Desde la antigua Grecia hasta los tiempos de Javier Milei y Miguel Polo Polo la hemos utilizado para describir distintas cosas. Al ser un concepto protagonista en el ejercicio y disputa por el poder, su significado ha sido tanto transformado como abusado por los agentes políticos. Los políticos — unos más que otros— siempre utilizan la demagogia, la capacidad de echar cuentos que fascinen a sus electores. El repertorio de seducción apela a un significado particular de pueblo, casi siempre establecido por el marco ideológico de quien habla. Una cosa es el pueblo para la derecha, otra muy distinta para la izquierda. Además, los políticos se presentan como los mejores intérpretes de los deseos, demandas, y diagnósticos de los ciudadanos, como los traductores de la voz de la ciudadanía en acción pública. La noción de pueblo se ha enfrentado también a bastantes límites prácticos ¿quién es el pueblo? ¿cuántos son el pueblo?
Si bien el abuso ha desdibujado el significado de “pueblo”, seguimos considerando que el gobierno debería ser la interpretación de su voz, la escucha atenta y posterior transformación de las demandas ciudadanas en acción pública. En el marco de una democracia asumimos que los gobernantes son sujetos temporales del poder otorgado por el pueblo por un periodo de cuatro años. Los políticos reciben una encomienda y es su deber gobernar de acuerdo con los intereses del pueblo que los eligió. En democracia, se supone, que la voz del pueblo es la voz de Dios. No hay nada más importante que el deseo ciudadano.
Si el concepto de pueblo es una abstracción difícil de delimitar y entender qué decir cuando le agregamos capacidad de habla. ¿cuál es la voz del pueblo? ¿los políticos saben cuál es? ¿son sus mejores intérpretes? Acá aparecen de nuevo los límites prácticos, pero hay posibilidades de superarlos. Los escenarios de diálogo y deliberación ciudadana son herramientas utilizadas en las democracias contemporáneas para ampliar la participación del pueblo en las decisiones públicas, para escuchar su voz. Medellín cuenta con una muy poderosa llamada Hablemos Medellín.
Durante junio y julio ciudadanos y ciudadanas de todas las comunas y corregimientos de Medellín conversaron sobre lo que querían cambiar, mejorar o mantener en la ciudad. Esa información se procesó y analizó y los resultados serán presentados el miércoles 13 de septiembre a las 9:00 am en el auditorio de Fenalco Antioquia. Hablemos Medellín es quizá lo más cercano que tenemos a la voz de los medellinenses, allí estarán representados sus deseos y sus preocupaciones. Todos deberíamos ir a escucharla, pero en particular es fundamental que los 15 candidatos y candidatas que actualmente se disputan la Alcaldía de Medellín vayan, pues serán los encargados, en teoría, de convertir la voz del pueblo en política pública.
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