¿Qué nos pasa? ¿Cuál es el afán? ¿Por qué estamos viviendo tan acelerados? Nuestra vida se está convirtiendo en un día a día sin sentido que empieza y termina sin mucho qué contar. Un trámite no más que se ha vuelto paisaje y cuya repetición prolonga la superficialidad en la que nos encontramos.
Estamos perdiendo la originalidad debido a nuestro miedo a la lentitud, la profundidad, lo pesado y lo duradero. Hoy, buscamos la rapidez, lo sencillo, lo liviano y lo efímero; ansiosos permanentemente sin que nada sacie la búsqueda por el instante. Tenemos una vida aditiva y no narrativa, en palabras de Han.
La maduración de lo tangible se ha visto abocada a enfrentar un mundo en el que nada dura, en una especie de cronología vertical que no inmortaliza ni lo presente. No nos queda ni el hoy.
¿Para quién estamos viviendo? ¿Por qué hemos dejado de perseguir lo que anhelábamos cuando el mundo no nos había determinado a su antojo con todo su poder totalizante? Nos hemos convertido en un otro que sólo se define por lo que lo externo piensa de él.
¿Somos libres? No. Somos incapaces de vivir sin celular, sin internet, sin trinar algo, sin postear en Facebook, sin compartir historias que muestren que nuestra vida es maravillosa así no tengamos tiempo para vivirla de verdad. Estamos sujetos a la obligación de difusión, a la exposición, al escarnio. La privacidad nos atormenta porque estar solos implica exponernos al hecho de que no nos reconocemos individualmente. Sólo existimos haciendo parte de la masa, negociando nuestra individualidad por un poco de likes.
Somos un discurrir plano, sin tracción. Vamos a ninguna parte. Nos convencimos de que la mejor forma de vivir reside en estar sin el otro. Hemos dejado de creer en los demás como fuente de felicidad para comenzar a verlos como obstáculos de nuestra propia realización.
Nos movemos entre el ideal de una vida plena y una realidad que, construida por nosotros mismos, lo hace imposible.
¿Cuándo vamos a parar? ¿Cuándo vamos a entender que ese vivir la vida hoy es un llamado ético y estético alrededor de lo sencillo y lo profundo, de los momentos duraderos, de la maduración del tiempo?
La vida urgente no tiene nada que ver con la aceleración. La vida urgente es la que renuncia a lo banal, a lo que nada tiene que ver con nuestro yo más profundo. La que potencia nuestra esencia y rompe las cadenas de las circunstancias. La vida urgente se nos va mientras nos concentramos en una mediocridad presente que no cuenta la historia de lo que somos o queremos ser, definida externamente por una lógica de consumo que nos homogeniza y nos hace perder nuestro propio ser para determinarnos en el hacer.