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La vida no es tan trágica como la recuerdo

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La historia, la memoria y las experiencias pasadas son componentes fundamentales de nuestra comprensión del mundo y de nosotros mismos. Pienso en el pasado a diario, en mis tragedias, en la niñez que añoro y que nunca me abandona; me aferro a las palabras que se me han dicho y las magnifico, las resguardo en mi memoria que funciona de manera cinematográfica.

Mi primer raspón en la rodilla, un grito paternal por desobedecer, el juguete que nunca llegó por más que recé al respecto. Es la memoria seleccionando momentos que definen mi identidad y perspectiva, las pequeñas derrotas y victorias que moldearon mi personalidad y que ahora salen a flote cada vez que voy a terapia.

Nunca me había detenido a cuestionar la veracidad de mis propias narrativas, de lo traumático que fueron ciertos hechos ¿Realmente fue mi infancia como me la imagino?, ¿me convierte en una farsante el hecho de que, con el pasar de los años, el dolor del recuerdo se agrave?

El pasado es real, lo fue por lo menos, pero lo que guardo de él, ciertamente, no lo es. Le di permiso a mi propia imaginación de rellenar la historia que viví y que no recuerdo del todo para encontrarle algún sentido a mis tristezas repentinas, a la ansiedad y el deseo constante de alienarme de todo y todos. Siento que alcanzo los cimientos de mi esencia en lo que he vivido, pero la realidad es otra.

El pasado como yo lo recuerdo no es real. Se asemeja a una entidad genuina y palpable, pero en verdad, tanto el pasado como el futuro carecen de realidad. Son mi interpretación de los vagos recuerdos.

La noción del paso del tiempo es una construcción humana. Forjamos en nuestras mentes la seductora ilusión de que el pasado posee autenticidad, cuando en realidad no la tiene. Hoy entiendo que lo que encuentro sobre mi pasado es una interpretación, una réplica de los flashbacks, las anécdotas familiares y los objetos que aún siguen sin importar el pasar del tiempo.

Si bien lo que fui puede haber dejado de existir en términos físicos, su huella perdura en mí. Mi presente es el narrador de cada suceso, porque la Mariana de hoy es quien examina su propia memoria. Este entendimiento puede inspirarme a abrazar lo actual con una mayor conciencia, reconociendo que soy la escritora de mi ayer, con base a las emociones, pensamientos y prioridades del hoy.  

Mi historia cambia todos los días porque está en diálogo con el tiempo. Filtrada a través de la perspectiva que modifica los dolores, las preocupaciones, los lugares, amores y desamores, soy y seré una interpretación de mi misma.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/mariana-mora/

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