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Hace tres años cerré mi cuenta de Twitter. A veces entro solo para leer a un par de personajes que me interesan, pero no quiero volver a tener un perfil en el cual escribir mis pensamientos para que, por cualquier motivo, llegue alguien a insultarme o a sacarme de contexto después.
En noviembre de 2019 cité un tweet de Daniel Quintero, alcalde electo en ese momento, en el que decía que la vida era sagrada, haciendo alusión a un episodio trágico que ocurrió afuera de la Universidad de Antioquia, cuando un estudiante que protestaba murió a causa de una papa bomba que él mismo llevaba. Yo respondí: me da mucha tranquilidad leer esto, así habla un Alcalde. Durante ese año de elecciones yo había manifestado mi apoyo al entonces candidato Alfredo Ramos, incluso trabajé 4 meses en su campaña, y días después de mi respuesta al tweet de Quintero, las bodegas del uribismo comenzaron a atacarme diciéndome torcida y un montón de cosas que no me acuerdo ni me importan ya.
Como siempre, el fanatismo le gana al pensamiento inteligente. Mi mensaje no era un ataque contra Ramos. Era más refiriéndome al tono bélico que, en ocasiones utilizaba Federico Gutiérrez, el Alcalde de ese momento. Por eso, leer “la vida es sagrada” de parte de Daniel Quintero frente a ese acto tan doloroso, me dio esperanza y confianza. Creí, como creyeron las 300.000 personas que votaron por él, en que su administración no sería tan grave como algunos opositores anunciaban.
Lo del joven que protestaba fue aterrador. Y más macabro aún fueron los comentarios indolentes de algunas personas que decían que había muerto víctima de su propio invento, que lo merecía, que había recibido una dosis de su propia medicina. No sé qué pensaba hacer ese estudiante con esa papa bomba y si tal vez le habría quitado la vida o desmembrado a otra persona que transitaba por ahí, no me interesa elucubrar en lo que pudo ser, sino poner la atención en lo que fue. Ese joven murió de manera trágica y dolorosa, completamente expuesto y seguro con muchos motivos para estar haciendo lo que hacía. No estoy avalando el vandalismo, aunque no sé si lo que ocurría en ese momento pueda llamarse así, me gusta pensar en cuáles fueron las razones que lo llevaron a estar protestando encapuchado y arriesgando de esa forma su vida. En Colombia solemos indignarnos por lo superficial casi siempre, y pocas veces por lo fundamental. Solemos juzgar, en vez de hacernos preguntas, y nos violentamos constantemente con actos y con palabras, en lugar de proponer conversaciones que busquen soluciones y ataquen los problemas desde la raíz. La discusión sobre la educación siempre gira en torno a los manifestantes y el caos que generan, pero nunca en torno a la calidad de esta, a su acceso, a la falta de garantías que tienen los maestros y también algunos estudiantes para mantener sus estudios.
Escribo esto luego de ver lo que está ocurriendo con el programa Buen Comienzo de Medellín, que ha sido bandera de la ciudad desde su creación en la administración de Sergio Fajardo, por no hablar de todos los otros cuestionamientos al actual alcalde, de su pésima administración, su cinismo en redes sociales y la forma tan macabra como ha manejado Medellín desde el primero de enero de 2020. Lo de Quintero ha sido engaño tras engaño, porque se vendió como un candidato independiente y los nexos con diferentes políticos son evidentes, porque pregonaba el cambio y la transparencia, y en estos años como Alcalde los únicos cambios que ha tenido Medellín son retrocesos y mentiras de él y de su gabinete. Porque tiene fijado en su perfil de Twitter el trino “La esperanza derrotó al miedo” y lo utiliza como bandera de su eterna campaña política contra otros sectores.
Su manera de atacar sistemáticamente a los empresarios, la desarticulación de su administración con instituciones educativas y el sector cultural es un ejemplo evidente de que para Daniel Quintero los problemas de Medellín no son importantes en su agenda y que, además, para él, la vida no es sagrada, pues desproteger a la primera infancia y sobre todo a la más vulnerable de la ciudad, da cuenta de que esos futuros jóvenes, por los que se desvivía en campaña, no es una población que le interese.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/