La toma de las tres ramas

El liberalismo es la fuente del progreso de la humanidad, desde que sus ideas se aplican vivimos en un mundo radicalmente menos violento, injusto y pobre. Durante milenios las condiciones de la humanidad fueron las mismas, hasta que surgieron y se implementaron ideas como los derechos, la ciudadanía, la igualdad ante la ley, el libre comercio, la propiedad privada y la separación de poderes. Eso sí, a muchos liberales se les ha olvidado eso en el camino, y ha obligado al uso de la distinción de “libertario” entre quienes aún nos aferramos a esos principios.

Curiosamente, el éxito absoluto de las ideas liberales no es garantía de nada, pues aún así hay millones de personas empeñadas en destruir esos logros y, nuestro presidente, es una de ellas. Y esta vez no me voy a centrar en la libertad económica, que aunque es una de las cosas que más detesta nuestro mandatario, no es en la que más éxito ha tenido combatiendo.

En lo que sí ha triunfado es en destruir la separación de poderes, ese maravilloso invento de Montesquieu de pesos y contrapesos que nos ha salvado de la tiranía y el abuso. Eso que todos vimos en el colegio de las tres ramas del poder público y que hoy parece lejano, pero que es un dique ante la avalancha totalitarista que representa el actual gobierno.

Pero esa represa tiene muchas grietas. En una misma semana capturaron a los expresidentes del senado y de la cámara, acusados de recibir sobornos del gobierno para, entre otras cosas, elegir al abogado de Petro como magistrado de la Corte Constitucional. Usaron la plata para el agua de La Guajira, hecho ya lo suficientemente grave, para que la rama ejecutiva cooptara las ramas legislativa y judicial. ¿Quién se iba a imaginar que quien siente orgullo de haber sido parte de un grupo que se tomó por las armas el Palacio de Justicia resultara en esto?

Esta es la mayor amenaza que ha enfrentado la democracia de nuestro país en el siglo XXI pero, paradójicamente, muchos de quienes ayudaron a elegir a Petro e incluso aún lo respaldan, dicen ser los grandes defensores del proyecto democrático colombiano. En realidad todo fue una fachada, nunca les interesó tener más democracia, solo les molestaba quién ostentaba el poder, en realidad anhelaban tenerlo ellos y de manera absoluta. Sí, los “intelectuales” de Colombia son un fiasco.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/jose-valencia/

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