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Cuando finalmente se hundió el barco de la corrupción y se levantó el velo que cubría los estragos que produjo esta Administración nefasta, hasta los más cínicos Concejales de Medellín, que durante casi cuatro años disfrutaron de las mieles de la burocracia, resultaron furiosos “antiquinteristas”, e incluso tuvieron el descaro de nombrarse a sí mismos como “oposición”.
Pero lo cierto es que desde el inicio de la actual Alcaldía casi todo el Establecimiento paisa se arrodilló ante la repartija de puestos y contratos que en el piso 12 se entregaban a manos llenas. Todo aquel que pasara por aquellas oficinas corría el riesgo de salir con un cargo en la administración para algún familiar o amigo suyo. El Alcalde Quintero, cuya trayectoria política se construyó bajo el mérito de una rastrera lagartería, apadrinada por César Gaviria y Juan Manuel Santos, sabía de buena fuente que la burocracia lograba maravillas, y fue así como filó a cada Concejal en su coalición de gobierno. Excepto a uno.
Tras perder la disputa electoral por la Alcaldía, Alfredo Ramos, en virtud del estatuto de la oposición, tenía derecho a una curul en el Concejo, la cual aceptó con humildad y responsabilidad, luego de haber sido Senador de la República y una figura política de talla nacional. Mientras sus propios compañeros de Partido en el Centro Democrático se arrodillaban a Quintero, Alfredo se mantuvo firme, incólume y solitario. Su postura frontal contra la Administración le generó encontrones fuertes al interior de su misma colectividad, los cuales, incluso hoy en día, no han logrado superarse.
Mientras Alfredo, en su soledad, comenzaba las primeras denuncias por manejos irregulares de recursos en la Alcaldía, principiaban también las amenazas en contra de su vida por parte de Estructuras Criminales Organizadas, las cuales ejercen control territorial en amplios sectores de la periferia urbana y rural de Medellín, habiendo sido en gran medida responsables, por medio de la coacción armada, del triunfo electoral de Daniel Quintero. Estas Estructuras Criminales, con muchas de las que hoy se han instalado mesas de negociación en el marco de la “Paz Total”, brindaron y mantuvieron su apoyo al que entonces fuera candidato y posteriormente Alcalde de Medellín.
La lucha solitaria de Alfredo Ramos tuvo que darse también a contrapelo de unos Organismos de Control completamente ineficaces. Pese a las denuncias, a la rigurosidad del acervo probatorio, tanto la Controlaría como la Procuraduría fueron cómplices silenciosas del saqueo que vivió Medellín durante cuatro años. En diversas ocasiones la inoperancia de estas Instituciones sirvió de insumo al Alcalde corrupto para alimentar la narrativa según la cual su Administración había sido “la más investigada de la historia”, y nunca se había hallado delito alguno. Hoy en día este relato falaz se desmoronó con los primeros fallos de la Procuraduría contra la exsecretaria de educación de Medellín. Cabe preguntarse, sin embargo, ¿por qué tardaron tanto? Alfredo demostró que, aunque la verdad y la decencia no reciben el aplauso de la plaza de mercado, otorgan en cambio dignidad y respeto. Defendió con seriedad, moderación y argumentos a la Ciudad que amamos en el momento más difícil de su historia desde los tiempos de Escobar. Para valorar su trabajo no hay que ser de izquierda o de derecha; basta con tener tres dedos de frente.