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Camilo Arango

La responsabilidad del diálogo

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La palabra diálogo es de uso recurrente en Colombia, pero se ha desgastado con ocasión de los procesos de negociación de paz liderados por los gobiernos nacionales en las últimas décadas. Sin embargo, este año ha supuesto una oportunidad para la ampliación de agendas frescas de diálogos, más allá de los emprendidos por el gobierno, donde parece existir algún agotamiento. 

Hace algunos días, un medio de comunicación nacional publicó una entrevista realizada a Jean Paul Lederach en la que consultaban su visión sobre los avances de la implementación del acuerdo de paz en Colombia. Su propuesta para avanzar en el propósito de la paz y que ha sido reiterativa desde la firma en 2016, reconoce algunas barreras que siguen perpetuando ciclos de violencias territoriales, pero vuelve sobre la necesidad de poner la atención en el diálogo: “lo que hace falta es abrir los espacios de diálogos improbables, es decir, que nos exigen salir de solo hablar con los que son y piensan como nosotros y a sostener en el tiempo estos espacios de diálogo para que sean procesos transformadores donde la gente puede intercambiar ideas y propuestas de cómo, en términos concretos, se puede mejorar el bienestar colectivo”. Su propuesta, que hay que leer más allá del acuerdo de paz, parece no recibir la atención necesaria por algunos sectores que no estuvieron en la mesa de negociación política, o que no se sienten parte del propósito colectivo de la paz.

Los hechos que han tenido lugar en lo corrido del año, permitieron ampliar la pregunta por la responsabilidad de la escucha y la ampliación de los diálogos. Si bien es cierto que se instaló rápidamente la idea de una mesa urgente para ser liderados por el gobierno, también lo es que fue un momento para que surgieran nuevos escenarios valiosos que están teniendo lugar por fuera de las agendas gubernamentales. Algunos sectores de la academia, empresariado y sociedad civil sintieron que la pregunta por el diálogo también los interpelaba. Con el inicio de las campañas electorales para Congreso y Presidencia vuelven las agendas políticas de apertura e invitación al diálogo (que ojalá no se agoten como ya ha ocurrido en otros momentos con el inicio de los gobiernos), pero no por ello debemos abandonar la idea de ampliar los escenarios existentes y motivar a la creación de unos nuevos desde otros sectores si así fuera necesario. 

El concepto de imaginación moral propuesto por Lederach justifica ese camino. La responsabilidad del diálogo para la paz, no es solo de los actores que negocian acuerdos; el diálogo no es exclusivo para resolver conflictos políticos. “La imaginación moral empieza con esa capacidad de tejer una telaraña de relaciones que incluye al enemigo. Es lo que llamo la imaginación de las abuelas, la imaginación de saber que el bienestar de mis nietos y nietas está conectado con el bienestar de los nietos y nietas de mi enemigo. Es tener una perspectiva multigeneracional y no caer en una visión de momento, de coyuntura”.

Nos hacen falta más y mejores diálogos, necesitamos despolitizar esas agendas, no son responsabilidad exclusiva de los gobiernos y no todas las alternativas de solución dependen exclusivamente de sus voluntades y presupuestos. Hay experiencias interesantes que están teniendo lugar en la región y el país, y sería valioso sumar y fortalecer esas propuestas que en definitiva son iniciativas de paz cotidiana y que nos alejan de las discusiones sin fin de la paz política. 

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