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Hace unos años, recuerdo haber leído en el periódico El Espectador una investigación del periodista Alberto Donadío que evidenciaba la incapacidad real para gobernar del presidente Barco, quien padecía un cuadro avanzado de alzhéimer. La enfermedad del mandatario lo fue marginando progresivamente no solo de los medios y la opinión pública, sino también de la toma de decisiones que incumben al jefe de Estado. Donadío apuntaba que, en ausencia de las capacidades mentales del presidente, su secretario privado, Germán Montoya, se había erigido como la figura central del palacio, y a través de él se filtraban todas las decisiones significativas del Ejecutivo. De manera más explícita, Montoya actuó como presidente de Colombia por interpuesta persona.

Es habitual que todos los presidentes cuenten, además de los ministros de las diferentes carteras, con una persona o un equipo de plena confianza que les asista en sus funciones. Todos, sin excepción, han contado con personajes que, sin gran ostentación, han sido custodios de la confianza presidencial y, por ende, de un poder enorme. Generalmente, quienes asisten al presidente son individuos de mucha astucia política, con años de experiencia en las más altas esferas del poder y un conocimiento exhaustivo del funcionamiento político y administrativo de las instituciones. No obstante, estos nunca alcanzan un nivel de visibilidad que usurpe la autoridad del mandatario.

El caso del gobierno de Petro ha sido bastante especial en este aspecto, pues existe una figura que no solo cumple su rol como directora del departamento administrativo de la presidencia, sino que funciona como una suerte de superministra cuyas competencias incluyen remover y designar miembros del gabinete y suplir al presidente en muchas de sus funciones. Su estatus parece superar al de cualquier otro funcionario, y la vicepresidenta Francia Márquez ha sido eclipsada por su presencia hasta caer en la intrascendencia. ¿Cómo alcanzó Laura Sarabia tal grado y concentración de poder? ¿Es ella quien en realidad dirige el país?

Con apenas treinta años, Laura Sarabia ha desempeñado roles de gran importancia en el alto gobierno. Su trayectoria ha sido apoteósica; en pocos años pasó de la universidad a una posición de asesora en la UTL del entonces senador Benedetti y, desde ahí, a convertirse en la mujer más influyente del gobierno, situándose en ocasiones al mismo nivel que el presidente. Ha ganado tanta confianza que se le ha encomendado la gestión del gabinete, la coordinación de la agenda, el control y la ejecución de tareas. Sarabia es inamovible; ni los escándalos de financiación ilícita de la campaña ni el interrogatorio ilegal a una mujer la han debilitado; por el contrario, ha sido respaldada y recompensada por su fidelidad.

Este fin de semana se convocó un cónclave de ministros en Paipa para deliberar sobre temas como el avance de las reformas, los grados de implementación del plan nacional de desarrollo y el presupuesto de 2025. El presidente solo apareció hacia el mediodía del domingo, pero Laura Sarabia estuvo siempre presente para liderar el consejo, incluso por encima de la vicepresidenta, quien, en ausencia del presidente, debería asumir ese tipo de responsabilidades. Es imposible ocultar las constantes ausencias del presidente a sus compromisos y los rumores que las respaldan, que van desde graves problemas de salud hasta consumos problemáticos de sustancias. Más allá de los mitos, la realidad es que Sarabia, en ausencia de Petro, asume el rol de presidenta de Colombia.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/samuel-machado/

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