La política del delirio

La política del delirio

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Gustavo Petro ha hecho muchos méritos para ser recordado como un líder importante en la historia de Colombia. Yo personalmente lo recordaré siempre como un tipo delirante. «¿Qué es más venenoso para la humanidad: la cocaína, el carbón o el petróleo?» dijo en la ONU hace un par de semanas; o qué tal la de hace unos días, cuando prácticamente se declaraba el quinto Beatle por coincidir con Paul McCartney en la “revolución de los jóvenes”; desde cosas serias hasta banalidades, en los últimos meses Petro se ha destacado como un delirante empedernido, al punto que se ha vuelto difícil entender de qué, por qué o a quién está hablando.

Los políticos siempre se han permitido un nivel de deshonestidad intelectual que llamamos estrategia. Se trata de presentar datos de una manera y no de otra u omitir o concentrarse en cierta información a conveniencia; en sí, los discursos políticos tratan de convencer al mundo de que pensar como uno piensa es deseable.

Los saltos de la estrategia discursiva a la mentira son comunes, especialmente en los contextos populistas donde quien habla se envalentona tanto que está dispuesto a decir lo que sea, siempre que en su propia cabeza suene bien. Existen muchos ejemplos de líderes con esta característica en el ámbito político que no se limitan a una época específica ni alguna ideología.

Pero es preocupante ver cómo la mentira se está convirtiendo cada vez más en una eficiente arma política. Tengo la impresión de que este paradigma está evolucionando y que nos acercamos lentamente a un estado de cosas donde el delirio va a ser predominante en los discursos políticos.

No me cabe duda de que cada vez más, muchos líderes políticos en búsqueda de posiciones de alto impacto, sucumben ante el empuje de sus propias mentiras, para pasar a creer que la realidad no es la realidad, sino todo aquello que su alocada imaginación pueda inventar. Por ejemplo, yo estoy seguro de que Petro cree honestamente que la revolución política del M-19 se da la mano con la revolución cultural de los Beatles.

Como politólogo, cada que hay elecciones me vuelvo consultor predilecto para amigos y familiares. Cuando hablábamos de la presidencia de Colombia en 2022 le dije a todos quienes me preguntaban que el verdadero problema de Petro no es él mismo, o las cosas que haga como presidente, sino las puertas que abre para sus sucesores.

Vean el caso de Vicky Dávila, una opción muy real para ser presidente de Colombia en el próximo periodo. Ella celebra el triunfo de Trump diciendo que es una victoria sobre el “socialismo y comunismo”. Yo pienso que Vicky de verdad cree eso y que además, creer que la otra opción -Kamala Harris- representaba de alguna manera ideas que pueden considerarse de izquierda socialista es un pensamiento delirante.

No pasa solo en Colombia, hay otros ejemplos en el mundo. El mismo Trump, o también Javier Milei. Los populistas solían ser mentirosos, pero se están transformando lentamente en negacionistas de la realidad, reinterpretadores de la historia y bardos cantantes de fantasías producidas por la imaginación.

Pienso que hoy, el principal reto de la política buena, la que se hace para el bienestar de todos, es lograr convencer a la gente de que la razonabilidad, la evidencia y la ciencia, son valores que deberían guiar nuestro actuar.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/pablo-estrada/

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