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Qué paradójico es el miedo, se viste de muchas facetas y tiene múltiples manifestaciones: puede paralizar y evitar cualquier acción, pero también puede ser el combustible que motiva las más grandes e importantes. Cuando el miedo se convierte en el catalizador de la acción, permite tanto crecimiento como se pueda imaginar, pues nace a partir de una preocupación o interés real por algo, desde lo más primitivo y básico como la propia vida y supervivencia, hasta los deseos y sueños más profundos del corazón.

Yo considero que la fuerza que puede venir del miedo tiene mucho que ver con cómo afrontamos la vida y qué tipo de persona queremos ser, pues es lo que justamente termina moldeando y significando lo que somos, no se es por lo que se piensa y se dice, se es por lo que se hace, por cómo se reacciona y se enfrentan las situaciones de la vida.

Y, por definición, como decía antes, la aparición del miedo frente a lo que nos sucede es una muestra clara de que hay un interés particular y expreso sobre lo que tenemos en frente, que es algo que nos importa y que lo que pase tiene repercusiones reales sobre nuestra vida, por lo que, como indicador solo, el miedo puede mostrar el camino que hay para recorrer, que en muchas ocasiones será el camino incómodo y más difícil, porque ¿qué bueno se logra a partir de acciones fáciles e insignificantes?

Lo mejor está reservado para los que van a conseguirlo y hacen que las cosas pasen, no a pesar, sino gracias al miedo, a la incertidumbre, a la incomodidad que se generan, pues justamente muestra que las circunstancias externas no pueden determinar realmente quien se es y cómo se reacciona, sino que eso viene de dentro, de lo más profundo y propio.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/esteban-perez/

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