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La historia del ciclista Rigoberto Urán es, sin duda, inspiradora. Un ejemplo de resiliencia, perseverancia y conquista del espíritu. Es un deportista destacado que ha dejado en alto el nombre del país, a pesar de que este no le favoreció mucho y, más bien, le arrebató demasiado. El tema de mi columna es sobre la producción de la novela que cuenta su vida, inspirada en el libro homónimo de un tal Andrés López.
La empecé a ver por puro ocio y me enganchó. La actuación de Juan Pablo Urrego, quien hace de Rigo, es impecable. Se nota el trabajo del actor por entender el personaje y aprender hasta sus movimientos en la bicicleta. Así mismo, el papá de Rigo, interpretado por el fantástico Robinson Díaz; la tía Berenice, personificada por Ella Becerra; y Evaristo Rendón, la némesis de la familia Urán, en cuerpo de Julián Arango, son las actuaciones más valiosas y geniales de la serie. Personajes bien construidos en los que se ve la calidad de sus actores y la entrega de estos con su rol en la novela.
De resto, la serie me pareció pésima. Deplorable. Una producción floja, bajísima en presupuesto para algunas cosas, y alta en otras insignificantes. Diálogos sumamente pobres, vacíos, sin profundidad y, peor aún, que estigmatizan a los habitantes del campo colombiano. El guion carece de elementos que ahonden en problemáticas sociales del país. Por el contrario, refuerza estereotipos machistas, de violencias contra las mujeres, de viveza y malicia, de celos enfermizos, de roles anticuados del hombre y la mujer en la familia y en la vida profesional. Está lleno de clichés, lugares comunes y frases irrisorias que no resuelven conflictos. Los personajes, por momentos, no conversan, cada uno dice su parte, lo cual convierte la trama en intensos monólogos, y muy malos.
El capítulo más valioso es cuando asesinan al padre de Rigo en la vía rural del municipio de Urrao (donde además no fue filmada la serie por temas de movilidad y costos de producción, según leí en alguna noticia). La escena desgarra. Impacta. Resume, en unos cuantos fotogramas, la violencia despiadada que ha tocado a casi todos los ciudadanos de Colombia. Sin embargo, había aquí una posibilidad enorme, desaprovechada por el guionista, el director y los productores, de elaborar un discurso humano, potente y contestatario sobre la guerra entre guerrillas, autodefensas y Estado, y cómo, en el medio de ella, las víctimas han sido un número más, olvidadas a su suerte como si hubieran elegido esa guerra, cuya única opción ha sido seguir adelante, sobrevivir ante la indiferencia de sus gobiernos.
Después de ese capítulo le perdí el sabor, pero me vi los 98 restantes para poder escribir esta columna sin estar sesgada por los primeros veinte. Hubo otro momento que me asombró: una escena en la que Michelle (la esposa de Rigo) le confiesa a su novio de ese momento, un tal Ricardo, que se acostó con Rigo porque sigue enamorada de él. La hermana y la mamá de Michelle están oyendo la conversación (lo cual hacen durante toda la novela y me pareció también fatal porque refuerza esa idea de “las viejas chismosas”) y, Sofía (la hermana), al oír esta confesión, le dice a la mamá de las Durango: “Si yo fuera Ricardo la ahorcaba”. No entiendo cómo nadie en la producción tomó en cuenta este detalle idiomático tan desastroso que casi toda Colombia vio. Cómo es posible que, en un país donde hay alerta por violencia contra las mujeres, en el que se han registrado más de 1.300 casos de feminicidios en lo que va del 2024, sin contar cifras de años anteriores que son iguales de alarmantes, una mujer utilice la expresión ahorcar a otra por una infidelidad y nadie se dé cuenta de lo inoportuno y delicado que es validar esta expresión en televisión nacional, así sea una novela.
Este tipo de frases me preocupan. El lenguaje, aunque mucha gente esté acostumbrada a hablar por hablar y sin pensar, es el sistema que nos comunica, que codifica nuestras maneras de actuar y de ser, que valida o invalida lo que somos, que promueve el amor o el odio en la misma medida. Las palabras sí tienen poder; y los medios de comunicación, la responsabilidad con sus audiencias de informar de manera precisa y correcta, y de educar.
Y eso que no he mencionado al tío Lucho, interpretado por el actor Ramiro Meneses, cuyo personaje encarna todo lo terrible del patriarcado: machista, celoso, posesivo, de masculinidad frágil que se siente amenazado todo el tiempo por su esposa trabajadora y aguerrida, gritón, con ínfulas de ser el bravo y al que nadie “amarra” a pesar de tener un hijo y llevar veinte años con la misma mujer. Un personaje que me pareció caricaturesco. Me cuesta creer que el señor Urán sea así en la vida real: tan folclórico y torpe.
Hablé con varias personas al respecto y todas me dijeron lo mismo: “Es que eso es lo que le gusta a la gente”.
En marzo de 2024, la novela del ciclista alcanzó su punto más alto en rating desde que salió al aire en octubre de 2023, con una puntuación de 9,70. Pero la producción deja muchísimo que desear y varios interrogantes. ¿Es esto lo que queremos ver? o ¿es que no tenemos mejores maneras de contar nuestras historias? Me parece que nos falta mirarnos más a los ojos y dejar de normalizar tanta violencia, injusticia, estigmas, tradiciones anacrónicas y refranes mandados a recoger, y hacernos cargo de quiénes somos para construir una nueva narrativa. Una que nos ayude a reparar el daño que nos hacen las ideas preconcebidas y anticuadas de cómo son los colombianos, especialmente los del campo, los montañeros, como decimos sin pensar en que esos somos casi todos los antioqueños.
P.D: No tengo nada en contra de Rigoberto Urán, ni de su familia. Es evidente que la fuerza de su espíritu y su carácter descomplicado le favorecieron para convertirse en quien es. El homicidio de su padre es doloroso y representa esa Colombia trágica que parece no terminar. Me imagino la nostalgia que le genera al ciclista no haber podido compartir con él sus triunfos, pues fue su principal promotor en el deporte. Con Rigo toda mi solidaridad, respeto y admiración.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/amalia-uribe/