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En la disputa política contemporánea se ha reeditado una vieja estrategia de descalificación al contrario. La ideología — que como concepto tiene su mayor desarrollo en tradiciones de izquierda — es hoy usada de manera peyorativa, como insulto a quien piensa distinto. Quienes se identifican como liberales (lo que sea que eso signifique hoy) tienden a descalificar los argumentos de sus contrarios alegando que son ideológicos. El “liberalismo” contemporáneo —neoliberalismo dirían algunos— se reconoce como un afuera de lo ideológico. Los argumentos que presentan sus seguidores son representaciones fieles de la realidad, despojadas de cualquier consideración ideológica. Su conocimiento es científico, técnico, basado en hechos irrefutables.    

Michel Sandel llama a esto la visión tecnocrática de la política, “una que está ligada a la fe en los mercados; no necesariamente en un capitalismo sin límites, de laissez faire pero sí en la idea más general de que los mecanismos de mercado son los instrumentos primordiales para conseguir el bien público. Este modo de concebir la política es tecnocrático por cuanto vacía el discurso público de argumentos morales sustantivos y trata materias susceptibles de discusión ideológica como si fueran simples cuestiones de eficiencia económica y, por lo tanto, un coto reservado a los expertos” (2018. p. 22).

Si bien la tecnocracia como presupuesto de la política ha impactado tanto a políticos de izquierda como de derecha, son los autodenominados liberales – que más bien son feligreses de la iglesia del libre mercado sin restricciones (el oxímoron es intencional)- quienes más utilizan esta premisa como insulto a sus contrarios. Se ha dicho del gobierno de Gustavo Petro que es uno ideológico, como si los marcos de sentido, los presupuestos morales y los sesgos fueran una cuestión sólo de la izquierda.

La ideología —no en su sentido marxista o gramsciano— es un conjunto de premisas desde las cuales se comprende el mundo. Son los lentes con los que analizamos las situaciones que se nos presentan. Decir que existe un diagnóstico de la realidad social sin ninguna consideración ideológica es una mentira. Presentarse a sí mismo como un sujeto objetivo, técnico y racional, y a los contrarios como unos enajenados de la propaganda, es un artificio. El liberalismo, el socialismo y la socialdemocracia son ideologías, en tanto conjuntos de presupuestos sobre la realidad social, que nos sirven para entenderla, para tomar decesiones públicas que implican consideraciones morales. Quienes hoy descalifican a sus adversarios políticos utilizando la expresión ideología quieren tratar de engañarnos con el cuento de que sus argumentos son enteramente objetivos. La objetividad es una utopía racionalista, y en política, un sofisma.

Otros escritos de este autor: https://noapto.co/juan-pablo-trujillo/

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