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La pregunta por la maternidad es un tema de larga data en la historia del mundo. Se dice que el patriarcado comenzó con la privatización de nuestros úteros, pues, en las consolidaciones del sistema capitalista y patriarcal, la oligarquía o las personas que tenían acceso a tierras y propiedad privada necesitaban garantizar la permanencia de estos bienes en sus estirpes. Por ello, ante formas de relacionamiento no monógamas y formas de crianza más colectiva, la figura del padre no importaba tanto, ya que las personas asumían la crianza de les hijes de manera más comunitaria.
Sin embargo, ante las nuevas premisas capitalistas y la necesidad de poder tener herederos (mano de obra calificada y no pagada) que bajo las premisas de amor sostuvieran los patrimonios, dichas masculinidades reconocieron que la forma para garantizar ello era privatizar nuestros úteros, imponer la monogamia y el matrimonio como ritual para “tener la certeza” de que los hijos que aquella mujer engendrara eran de su linaje (garantizar la paternidad).
Por esta razón, muchas teóricas argumentan que esta es una de las manifestaciones e inicios del patriarcado y del capitalismo, pues la primera propiedad privada a la que se le impuso formas, prácticas, símbolos, castigos y aspiraciones sociales, fue a nuestra capacidad reproductiva.
Esta norma social establecida sobre nuestros cuerpos no está aislada de otros fenómenos sociales que atraviesan los sistemas de opresión; junto al ejercicio de la maternidad privatizada, monógama y en función de garantizar un patrimonio, se configuró la división sexual del trabajo, se relegaron los asuntos de la vida reproductiva al plano de lo privado y se configuró el discurso del amor, cuando es trabajo no remunerado.
También, se le entrelazó con la realización y el proyecto de vida de las mujeres, exigiendo que nuestra mayor aspiración como personas era reproducir, a costa incluso de nuestras propias vidas. Se nos prohibió el cuestionamiento frente a este mandato y aquella duda sería castigada con la sanción social que amerita no vivir los estándares sociales.
Dicho mandato, sostuvo que el Estado, la iglesia, las familias, la escuela, las industrias y las relaciones erótico-afectivas DECIDIERAN sobre nuestros cuerpos, ya que consideran que están decidiendo sobre otro territorio para la explotación en función del capital. Estas instituciones han decidido que TENEMOS que tener hijos, decidieron que sólo nosotras debemos planificar (así seamos fértiles solo 8- 10 días de nuestro ciclo), que debemos asumir la responsabilidad de crianza de un ciudadano y fuerza de trabajo adaptado al sistema; decidieron sobre las condiciones en las que podemos asumir la maternidad, no importa que sea bajo abusos y violaciones, explotación infantil, matrimonios en la adolescencia en condiciones de empobrecimiento o hasta matrimonios arreglados de la élite. Y hoy también ser profesionales y madres a la vez, líderes comunitarias, gerentes, amigas y chicas fit para seguir siendo deseadas por esa mirada masculina.
Dichos mandatos hoy están disfrazados, por un lado, con las herramientas de opresión históricas, y por otro, por el discurso del empoderamiento para otorgarnos más roles sin capacidad de elegir sobre ellos.
Sim embargo, no quiero sonar pesimista, sino tener perspectiva histórica; hoy, un día después de una fecha comercial, puedo conmemorar un derecho humano: el DERECHO A ELEGIR. Las mujeres, a lo largo de décadas de lucha, hemos disputado la posibilidad de ser soberanas sobre nuestros cuerpos, de poder elegir como experimentar el deseo, la libertad y también la maternidad. Hemos luchado porque todas nuestras decisiones tengan garantías y condiciones.
Por ello, decidir sobre ser madres hoy, lejos de estar en un lugar romantizado y ubicado en la idealización femenina, puede ser atravesado por otros marcos de interpretación, como la elección, el deseo, la corresponsabilidad, la dualidad y la complejidad que habita dicha decisión. Poniendo en cuestión la mayor grieta para el capitalismo: que las mujeres podamos ser soberanas de nuestras existencias.
Por esta razón, felices días para las madres, para aquellas que tuvieron que parir y criar solas en condiciones de empobrecimiento e indignas, para aquellas que lo tuvieron que asumir luego de una violación, para aquellas que lo experimentaron en la adolescencia y muy jóvenes, como también para quienes lo eligieron con las condiciones dadas.
Felices días para aquellas que hoy gestan desde la libertad, para quienes se protegen con conciencia, para quienes se han operado y para quienes interrumpen como pleno derecho. Feliz día para aquellas que se cuestionan los mandatos sobre la maternidad, que se disponen a preguntarse cómo hacerlo diferente, comprendiendo las complejidades que habitan dicha decisión.
Las honro, las admiro, les agradezco a todas, porque, aunque no crean, en nuestros úteros también está la transformación de este mundo.
Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/luisa-garcia/