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Sospecho, porque esto lo escribo antes de que ocurra, que en Medellín las marchas fueron numerosas. O serán, porque no sé usted a qué horas lea esto. Especulo que esta ciudad —para no meterme con otras— salió (o saldrá) en masa a las calles para demostrar, sobre todo, que esta es una región antipetrista.
Porque no nos digamos, mentiras. Más que análisis y raciocinio, el motivador es ese: el rechazo enérgico hacia aquel que no gustó nunca en estas tierras: ¡fuera Petro!
A mí, que siempre he estado convencido de la necesidad y el inviolable derecho a la protesta, no deja de parecerme simpático el giro que ha dado el asunto: que aquellos que ayer tachaban de peligroso y subversivo salir a andar por la ciudad arengando, ahora inviten (y se sumen) con entusiasmo (y patrioterismo) a la toma de las calles y los parques.
Sospecho que fue (o será) una marcha diferente, porque en algo siguen siendo leales a sí mismos. Escribí antes, en otro lado, en 2019, cuando las marchas eran en días y horarios laborales, llenas de creatividad y que empezaban siempre con un ambiente de fiesta para terminar luego en pedreas; cuando las marchas eran para exigir derechos y derogar privilegios, escribí entonces, decía: «Aquí se espera, además, que la protesta —porque se protesta, pese a todo— sea los domingos en la mañana, sin bajarse de la acera…»
Me gusta que aquellos que censuraron las marchas de ayer hagan parte de las marchas de hoy. Incluso vería bien que quienes hacían convites para borrar los murales, descargaran su rabia y sus miedos —sobre todo sus miedos, porque me parece que abundan las fobias, sobre todo las infundadas, entre los que ahora marchan— pintando las paredes.
Sobrarán las camisetas de la selección Colombia. Habrá desinformados, lo sé. Y desinformantes, también lo sé. Porque ambos pululan. Habrá pescadores de río revuelto y mentirosos de ocasión. Estarán los que regalan miedos para luego vender seguridad. Habrá, sobre todo, verdades a medias.
Y supongo, desde ya, que los dejarán marchar, que no habrá gases lacrimógenos ni granadas aturdidoras. Que nadie los verá como enemigos y por eso mismo volverán a sus casas sin problemas. O ya volvieron. Y, claro, los medios que siempre han cubierto la protesta atentos al capucho, dirán: “¡Así es que se marcha!”.
Pero espero (ojalá, sería la palabra precisa, uno de esos cuatro mil vocablos que usamos en español y que heredamos de los árabes, ese “si dios quiere” que transformamos en el vivo deseo de que suceda algo), aunque quizá vuelva a ocurrir, que no sean de nuevo las marchas del clasismo y del racismo; que no haya alguien ofreciendo plomo ni ninguna Luz Fabiola exhibiendo sin pudor su intolerancia.
Ojalá.
Otros escritos de este autor: https://noapto.co/mario-duque/