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Juan Pablo Trujillo

La juventud es un significante vacío

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Las certezas en la vida deberían ser transitorias. Estar muy convencido de algo a menudo resulta mal. Yo he tenido cierto convencimiento que en general en Colombia nos han gobernado mal, que muchos gobiernos nos han acercado al desastre. También he pensado con un grado importante de seguridad que una de las formas para que las cosas se hagan de mejor manera ­-a lo mejor siendo fundamentalista democrático- es eligiendo personas competentes. Pero de lo que sí estoy totalmente seguro es que ser joven o “caminar la ciudad” no son criterios que garanticen idoneidad. Hoy, que hay gran expectativa por la presencia de muchas personas jóvenes en el congreso, conviene reafirmar que esa condición no es garantía de absolutamente nada.

La juventud en política es, como diría Ernesto Laclau, un significante vacío que por sí solo no deriva en un modo de ser o pensar. Es una condición transitoria que no deriva en ninguna posición ética, política o filosófica por sí misma.  Ser joven es tan irrelevante en política como ponerse tenis, usar blue jean o tener gafas. Es accesorio y por eso no puede ser un criterio para tener en cuenta a la hora de elegir a un candidato, ni para pretender ser elegido. A menudo se hacen inferencias en apariencia lógica: joven entonces liberal, progresista y honesto; viejo entonces conservador, reaccionario y corrupto. Pero la realidad es más compleja que esa reducción. Del mismo modo que la condición de clase no garantiza la conciencia de clase, la juventud o la vejez no se corresponden con líneas de pensamiento y de actuación específicas. Luis Alberto Rodríguez, ex director del DNP, tiene 35 años y está implicado en una red de corrupción que presuntamente se robó 500.000 millones de pesos en recursos que debían destinarse a municipios PDET, es decir, aquellos más afectados por el conflicto armado. Su juventud no derivó, aparentemente, en ética pública.  

Además, el significante vacío de la juventud y de las características cosméticas en política, como se ha hecho evidente en las elecciones recientes, es a menudo el disfraz que utiliza la política tradicional y reaccionaria para ganar elecciones. No en vano las candidaturas “independientes” por firmas se han multiplicado en el país. Como le escuché a Pascual Gaviria: “la política tradicional se nos vistió de tenis” y yo agregaría, de juventud. En política ser joven no significa nada en sí mismo. Esperemos que la afirmación de “renovación del congreso” basada en la juventud de algunos de sus congresistas sea real y no accesoria.    

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