La ilusión del dinero

Todos los años, en la temporada de fin de año, el gobierno y los gremios comienzan a definir el porcentaje de aumento del salario mínimo para el siguiente año laboral. Cada parte involucrada fija una postura: por lo general, los sindicatos de empleados y el gobierno apuntan a un porcentaje más alto que el propuesto por los empresarios, con el objetivo de defender sus respectivos intereses.

La verdad es que, aunque cada postura tiene fundamentos —desde el deseo de aumentar los salarios para mejorar la distribución del ingreso, hasta evitar incrementos exagerados que puedan afectar los costos y el crecimiento de las empresas— existe un hecho detrás de todo esto: aumentar el salario sin fundamentos sólidos tiene costos altos para la sociedad.

La inflación es un concepto clave en economía, no solo por su definición —el aumento generalizado de los precios—, sino por su costo social. Cuando esto sucede, el dinero pierde poder adquisitivo: no de inmediato, pero sí con el paso del tiempo. La economía se reorganiza para cobrar mayores precios incluso cuando los salarios no suben en la misma proporción. Por eso, la inflación es apodada “el impuesto de los pobres”, porque son quienes más la sufren.

Sin embargo, el problema principal no es solo que los precios aumenten, sino que ese aumento sea consecuencia de subir salarios más de lo debido. En economía, el salario es un precio que resulta del equilibrio entre la oferta y la demanda laboral: según cuántas empresas necesiten un puesto y cuántas personas estén dispuestas —o tengan las habilidades— para ocuparlo, se pacta un nivel salarial.

Por eso identificamos diferencias salariales por nivel educativo. Es natural que trabajos que demandan personal bachiller tengan salarios más bajos que aquellos que requieren profesionales con maestría. Unos perfiles son más abundantes que otros en el mercado. Del mismo modo, ciertas profesiones con alta demanda y poca oferta son mejor remuneradas, como ocurre en los trabajos de tecnología.

Dado que el salario es consecuencia de un equilibrio, el salario mínimo busca evitar que ese equilibrio se ubique en niveles demasiado bajos que afecten las condiciones de vida de los trabajadores. Así como pueden existir salarios que son justos para ambas partes, también puede haber casos donde sean insuficientes para cubrir necesidades básicas.

En coherencia con esta teoría, lo que puede aumentar el salario de los empleados está asociado a una mayor producción: más trabajo que genera más ganancias y se redistribuye entre los empleados; mejor desempeño gracias a mayor conocimiento; o escasez de mano de obra calificada en ciertos puestos.

Basado en lo anterior, la cifra que hoy se discute para el aumento del salario mínimo en Colombia no parece ir en línea con estos fundamentos. Algunos actores del gobierno han mencionado incrementos entre el 10 % y el 26 %, sin evidencia clara que sustente tales aumentos.

El crecimiento económico del país no está en el nivel que debería. Los precios han venido subiendo por su cuenta y, aunque la tasa de desempleo es una de las más bajas de la historia, las condiciones de empleo formal, inversión y productividad empresarial no son las mejores. Esto deja a muy pocos actores en capacidad de soportar aumentos significativos sin mejoras en ventas o producción.

Aunque suene popular hablar de salarios más altos, el nivel salarial no es un capricho económico: busca equidad en los mercados. El problema de los salarios bajos quizás no esté solo en el monto, sino en qué tan productivos somos y cuánto valor agregado generamos. Un porcentaje irreal no solo es peligroso porque obliga a inflar aún más los precios para cubrir los mayores costos laborales, sino por el desincentivo que se genera en las empresas para seguir contratando cuando los ingresos no crecen al mismo ritmo. Pensar en los empresarios como usureros desinteresados en el progreso del país hace tanto daño como creer que aumentos salariales sin fundamentos pueden traer bienestar automático a la sociedad. Ambas ideas son falsas. Ambas reducen todo a una ilusión alrededor del dinero. Creerlas resulta ser más nocivo que su propio mal.

Otros escritos de esta autora: https://noapto.co/carolina-arrieta/

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